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36 RAFAEL LARRAÑETA existencia. ¿Qué acontece entonces? ¿Qué hacer para no dejar escapar la verdad? La razón queda como en suspenso. Al sujeto existente le corresponde soportar esa incertidumbre objetiva y mantenerla con la máxima pasión. Esta es prácticamente la definición de verdad en Kierkegaard y en ella está supuesto algo que no poseen otras filosofías. Ante todo, la pasión. La pasión pertenece a la interioridad y a la subje­ tividad. Los filósofos modernos han puesto especial énfasis en olvidar la pasión. Pero sólo la pasión es capaz de transportar al sujeto existente a ese «punto extremo» donde puede hallar la verdad35. Esta pasión de la interio­ ridad de un existente está en el núcleo de la verdad. Esta verdad que insiste sobre el cómo de la apropiación, es decir, el cómo subjetivamente acentuado, dice una relación dialéctica al tiempo. En el instante de la decisión, parece como si la pasión infinita estuviera acaba­ da, lista. Pero en el mismo instante el sujeto existente está en la temporali­ dad. El cómo subjetivo, el cómo de la verdad, situado en el tiempo, recibe un impulso continuamente reafirmado de la pasión decisiva de lo infinito. Repetimos: esta solución kierkegaardiana a la pregunta por la verdad no equivale a la supresión de la objetividad. Solamente se ha cambiado de dirección. Las matemáticas expresan, por ejemplo, otro tipo de verdad, una verdad indiferente. Pero la verdad de la filosofía es verdad para un existente, alguien que está en el tiempo y que a la vez está infinitamente interesado en el existir y en la verdad misma. Resumamos en varios puntos, más simples quizás, pero también más claros, la postura kierkegaardiana ante la verdad: 1.°) La filosofía tiene como tarea descubrir lo verdadero, pero lo verda­ dero en sentido activo que en danés (virkelig) puede equipararse con lo real. El empeño de la filosofía es «sacar», extraer eficazmente la verdad de la existencia real. No se trata de ninguna concordancia ideal ni de anun­ ciar, decir, proferir la verdad, sino de estar en la verdad. 2.°) La función de la filosofía es despertar la conciencia dormida, in­ quietar a los hombres para que busquen la verdad, azuzarles de igual modo que se hostiga a un corcel para que se lance a la carrera. Sócrates entendió perfectamente esta misión de la filosofía. Por ello se separó de los escépti­ cos que pretendían acceder a la verdad desde la actitud fría, ataráxica. Apasionar a los hombre por la verdad, esa es la auténtica filosofía. 35. Samlede Vaerker, VII, p. 189.

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