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12 MARIANO ALVAREZ GOMEZ A partir de aquí Heidegger se pregunta, como es sabido, por la «cons­ titución fundamental» (Grundverfassung) del Dasein, a la que caracteriza como «el ser-en-el-mundo en absoluto» (das In-der-Welt-sein überhaupt) 16. Con el «en absoluto» (überhaupt) se apunta, aunque por motivos compren­ sibles Heidegger no se detiene en ello, a una intención decididamente po­ lémica: el hombre, el ente que somos en cada caso cada uno de nosotros, tiene que ver con el mundo y no tiene en absoluto nada que ver con lo que pudiera estar allende el mundo; con otras palabras, el mundo describe tanto las posibilidades como el horizonte de actuación del hombre17. Con el «en», lejos de indicarse que el mundo sea una especie de recipiente en el que cada uno de nosotros se encuentra al igual que el resto de las cosas, se expresa que la vinculación del hombre con el mundo es constitutiva, puesto que es en el mundo donde el hombre tiene su estancia, en y desde la cual va tejiendo en tupida red sus modos y pautas de comportamiento, que hacen que se encuentre familiarizado con el mundo18. Familiarizarse con el mundo, lejos de implicar que puede llegar a familiarizarse con otra cosa y prescindir del mundo, significa que éste es contenido y forma, resul­ tado y condición de posibilidad de cualquier modo de familiaridad. De ahí que no sea suficiente decir que entre el mundo y el hombre hay una cone­ xión esencial, como si se tratara de una relación, todo lo radical que se quiera, pero que supone que los términos relacionados tienen cada uno de ellos su constitución propia e independiente. Eso querría decir que mundo es un ente o una determinación del ente en cuanto distinto del hombre, en tanto que por el contrario el mundo es en todo caso «un carácter del mismo ser-ahí»19. De lo cual se desprende, obviamente, no sólo que las cosas, para que de ellas se pueda hablar con sentido, han de hacerse pre­ sentes en el mundo, sino que al ser el mundo un «existencial» del Dasein, las cosas sólo pueden hacerse presentes en el mundo en cuanto que están dotadas de un significado para el Dasein mismo. Con ello está indicado sólo de un modo muy general dónde hay que situar el mundo y desde dónde se puede percibir su alcance. En cambio, para poder determinar su significado concreto, es preciso comenzar pre­ guntándose por aquello que nos sale al encuentro del modo más inmediato, 16. O. r., 52. 17. Sobre la interpretación del propio Heidegger en época posterior, cf. Über den «Hu­ manismus», Klostermann, Frankfurt 1947, 32 s, 35 s. Sobre las vicisitudes del cuestionamiento de la concepción católica de trascendencia, es de interés la lectura de H. Ott, Martín Heideg­ ger. Unterwegs zu seiner Biographie, Campus, Frankfurt 1988, especialmente pp. 106 ss, 255 ss. 18. Sein und Zeit, 54. 19. O. c., 64.

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