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UNA PECULIAR VUELTA A LAS COSAS 11 aquéllas, sino que junto con ellas forman un acontecer de permanente y progresiva constitución de objetos11. Mundo y conciencia no son, pues, dimensiones disociables. No es, por tanto, fuera de esta constelación sino en una peculiar forma de entenderla donde hay que situar los planteamien­ tos de Heidegger, de principio al fin. La paradoja arriba mencionada, la de que el ser del ente está en una proximidad no aprehensible, tiene que ver con otra no menos intensa. El ser es lo transcendente por antonomasia. Y ello supone que no sólo es la universalidad máxima sino que encierra en sí «la posibilidad y la necesidad de la individuación más radical» 12. A poco que se reflexione, se advierte que Heidegger hace entrar en el marco de la «intencionalidad» husserliana ingredientes de las filosofías aristotélica —por cuanto la universalidad pro­ pia del ser excede a la propia del género como tal—, kantiana, —en cuanto que esa transcendencia es condición de posibilidad de lo que las cosas son como tales cosas; ingredientes también de la propia filosofía escotista, en cuanto que las cosas como tales implican su propia y peculiar irreductible individuación. La paradoja está en que la trascendencia no simplemente representa la condición de posibilidad de la individuación, sino que impli­ ca a esta misma individuación. Por más difícil que resulte conciliarios, estos tres vértices van a continuar presentes en el pensamiento de Heideg­ ger: el ser como tal, en su diferencia cada vez más acentuada respecto del ente, el ser como condición de posibilidad de todo ente y el ser como fundamento de la más estricta y radical individualidad de cada ente13. Pero estas tres dimensiones permanecen insertas en la perspectiva fenome- nologica, lo cual lleva consigo que el ente desde el que se accede al ser no es ni puede ser otro que el ente «que somos en cada caso cada uno de nosotros»14, el Dasein, ya que sólo desde su modo de preguntar puede surgir intencionalmente el ser como aquello que, no siendo homologable ni reducible a ningún tipo de ente15, es al mismo tiempo condición de posibilidad de cualquier pregunta por el ente, y porque en consecuencia sólo en este supuesto se salva la correspondencia, exigida por la intenciona­ lidad, entre la pregunta y lo preguntado. 11. B. WALDENFELS, Der Spielraum des Verhaltens, suhrkamp, Frankfurt 1980, 12. 12. Sein und Zeit, 38. 13. Que en esto último haya dejado su huella el interés del filósofo por el pensamiento escotista es una conjetura que merecería ser seguida de cerca. En su escrito de habilitación: Die Kategorien und Bedeutungslehre des Duns Scotus (1915) las referencias a la individualidad son frecuentes y sobre todo muy pensadas. Cf. Frühe Schriften, Klostermann, Frankfurt 1978, 252 ss, 352 ss. 14. Sein und Zeit, 7. 15. O. 6.

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