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UNA PECULIAR VUELTA A LAS COSAS 9 referencia a ellas o si se quiere, postuladas incluso por la dinámica propia de un proceso de aproximación progresiva al ser de las cosas. Igualmente, si de lo que se trata es de llegar a las cosas concretas en su máxima senci llez, se explicaría que Heidegger esté empeñado en revisar una y otra vez la pertinencia de su propio lenguaje, puesto que éste sólo se puede legiti mar en cuanto que se ajusta a la «lógica» inherente a lo que no puede dejar de ser camino, dada la índole de la meta. «Wege, nicht Werke». «Caminos, no obras». El lema que Heidegger puso como pórtico a sus Obras Completas podría haberle servido también a Nicolás de Cusa, quien a lo largo de toda su obra no hizo sino dar nombres distintos a la única cosa que iba buscando, porque ésta, siempre la misma, a la vez que se mostraba remitía a su cara oculta. El lema de Husserl «vuelta a las cosas mismas», por más difícil que sea de aclarar en su sentido adecuado y último, tiene en todo caso dos frentes de actuación, aquello contra lo que se dirige y aquello hacia lo que se orienta. Se dirige ciertamente contra cualquier forma de relativismo escép tico, en concreto por una parte contra el positivismo que cree poder expli car los datos sensibles por ellos mismos, con lo cual nunca podrá superar el nivel de lo contingente; por otra parte, contra el neokantismo, que no evita el subjetivismo, y contra el historicismo, porque no puede eludir por principio el relativismo. Lo común a estas corrientes es que no ofrecen una base firme sobre la que se pueda construir un conocimiento sólido y cohe rente en general. En lugar de orientarse hacia las cosas mismas se apoyan en presupuestos que impiden el acceso a aquéllas. Para descubrirlas es necesario por tanto ir más allá de cualquier supuesto que implique por principio que aquello de que en verdad se trata se va a mantener oculto. Es, pues, preciso dirigir la mirada hacia las cosas, no hacia las ideas acerca de las cosas. La filosofía no puede en consecuencia ser una metafilosofía, sino un lenguaje verdadero sobre las cosas verdaderas. ¿Y cuáles son éstas? Sin duda, los fenómenos, es decir, aquello que se muestra en sí mismo y desde sí mismo a una mirada no deformada y libre de prejuicios. Heidegger acepta, por una parte, la validez del lema husserliano «en contra de todas las construcciones que flotan en el aire, de hallazgos fortui tos, de la aceptación de conceptos fundamentados sólo en apariencia, de cuestiones ficticias que con frecuencia se ponen de moda como «proble mas» a lo largo de generaciones»6. Pero, por otra parte, pone de relieve que el fenómeno no es algo que esté simplemente dado y a la vista. El concepto fenomenológico de fenómeno se refiere al ser del ente. Este no 6. Sein und Zeit 10, Niemeyer, Tübingen 1963. 27 s.
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