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24 MARIANO ALVAREZ GOMEZ ellos, «copensamos ya los otros tres»58. No afirma, sin embargo, que estén presentes en cada cosa en virtud de sí mismos sino en virtud de la fuerza y de la actividad de la cosa en cuestión: «la cosa cosea. Coseando perdura a la tierra y al cielo, a los divinos y a los mortales; perdurando, la cosa hace que se aproximen mutuamente los cuatro en sus lejanías. Este modo de hacer que se aproximen es el aproximar. Aproximar es la esencia de la proximidad. La proximidad aproxima lo lejano justamente en cuanto leja­ no. La proximidad guarda la lejanía. Guardando la lejanía, la proximidad esencia en su aproximar. Aproximando de esta forma, la proximidad se oculta a sí misma y permanece a su manera en la mayor proximidad»59. Aparte pues de la acentuación extrema de la entidad propia de la cosa y de su actividad, que hace que los cuatro coincidan en ella y de este modo se aproximen entre sí, la cosa, idéntica en su actividad de cosear, genera y garantiza la proximidad al aproximar a los cuatro. La proximidad no es nada sobreañadido a las cosas, sino las cosas mismas en su acción de apro­ ximar. Pero la verdadera proximidad, o acción de aproximar, implica que mantiene lo lejano a distancia, en su propia lejanía. La acción paradójica de aproximar y a la vez de distanciar o de salvaguardar lo lejano en su lejanía, es la cosa misma en su individualidad estricta, su modo peculiar de esenciar o de cosear. El poder de la cosa llega hasta el punto de que siendo la cuaterna una y única de por sí, es la cosa misma la que, al cosear, hace que la cuaterna perdure en su simplicidad, que es unidad diferenciada o «cuarteo» (Vierung), en cuanto que cada uno de los cuatro se refleja en la cosa, en cada cosa, en una forma siempre nueva y peculiar, conforme a la índole de la cosa misma a la vez que la imagen que resulta del reflejo de los cuatro en la cosa incide sobre la constitución de ésta60. Son varias las cuestiones de carácter especulativo que podrían plantear­ se, para cuya solución habría que poner a Heidegger en diálogo al menos con Leibniz, Schelling y Hegel. De eso se prescinde en este caso. Unica­ mente, para cerrar el tema de esta presentación quisiera acentuar, en sínte­ sis, los aspectos siguientes de una forma u otra mencionados ya a lo largo de la exposición: Por una parte, el mundo de que habla Heidegger sigue estando ahora, como lo estaba en Ser y Tiempo, en correspondencia con el ser ahí o Dasein, bien que esa correspondencia se polarice ahora en torno a las cosas concretas y en este sentido, en lugar de «ser en el mundo», el hombre 58. «Das Ding» 177. 59. O. c., 176. 60. Cf., o. c., 178 s.

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