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438 JOSE LUIS LARRABE interpretación y transformación cristiana. Por eso, la liturgia cristiana y sus sacramentos deben ser simples, sencillos y vitales y deben llevar a una armonía entre lo moral y lo religioso, no debiendo faltar ni lo uno ni lo otro. La liturgia cristiana y sus sacramentos tienen que estar cargados de verdad, siendo expresiones de la fe, aunque expresada «modo humano», siempre guiadas por el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo, que desciende constantemente como una epíclesis y Pentecostés continuados. Hemos dicho anteriormente que las analogías son evidentes; pero no en cuanto al contenido y las ideas reveladas y, por tanto, con la originali­ dad de la revelación. Los sacramentos cristianos son «misterio de fe», «sa­ cramentos de la Nueva Ley», expresiones del Evangelio: nadie puede decir sí a los sacramentos sin decir sí al Evangelio, a la Persona y la causa de Jesús y a su modo de vivir18. Es cierto que la revelación utilizó el lenguaje religioso precedente en gran parte, pero también es verdad que se distanció cuantas veces fue necesario para apartarse de formas y contenidos paganos. La revelación es una lenguaje humano, pero con la originalidad de la auto- manifestación del Dios personal a los hombres: en Cristo, en la Iglesia, en los Sacramentos. 9. De la religiosidad a la f e No hay que ser negativos, sino abiertos, a toda manifestación de vida religiosa, viendo allí, en su interioridad, una acción del Espíritu. Nunca la humanidad religiosa estuvo dejada de la mano de Dios, sino atraída por la acción salvífica de Dios. Surge de ella en mil y mil formas, todas ellas de alguna manera sacramentales, el anhelo de Dios. Una misma y única acción de Jesucristo Salvador dirige toda la historia de la Humanidad, y por tanto, no se puede negar valor salvífico a las formas imperfectas de culto y religio­ sidad, desde las cuales se trata de caminar hacia la fe, implícita o explícita: «son la sombra (¡la luz!) que la elevada estatura de Cristo proyectaba delante de sí», un adviento largo y lento provocado por el mismo y único Salvador del mundo19. Cristo apareció en la tierra, dice Casel, no como algo inaudito, como algo no anunciado, sino como la revelación y realización completa de lo que la Humanidad, en una especie de largo adviento, había buscado (de 18. Concilio de Florencia, DS 1310. 19. E. SCHILLEBEECKX, l. C.

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