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424 ENRIQUE RIVERA mística por la obra del P. Juan G. Arintero. Lástima que su formación escolástica, de la que nunca se quiso desprender, por verla desde su valía para precisar direcciones doctrinales, no desde su ínsita deficiencia para exponedr vivencias místicas, motive el que su lenguaje peque muchas veces de amazocotado e indigesto. El alma buena del P. Arintero destila candi­ dez en las páginas de sus escritos. Pero a esta candidez van unidas unas rígidas fórmulas escolásticas que son incapaces de darnos un conocimiento acendrado de los estados místicos29. Desde esta perspectiva del lenguaje mayor simpatía suscita la Madre Angeles Sorazu, quien rezuma en sus escritos la sencillez campestre de su país vasco, vestida del lenguaje que se habla en el corazón de Castilla. El mejor comentador de esta alma mística, L. Villasante hace esta exclama­ ción tan motivada: «¡Qué impresión de sinceridad, de algo fresco, directo y auténtico, de una traducción enteramente directa y propia de sus expe­ riencias íntimas se recoge de tantos preciosos testimonios de la Autobiogra­ fía y de las cartas»!30. Para contraste y confirmación de lo que venimos diciendo anotamos que la Madre Angeles Sorazu tuvo un director espiri­ tual que la obligó a usar tecnicismos teológicos en sus últimos escritos. Bien seguro que si las experiencias místicas quedaron mejor encuadradas dentro de la teología de las escuelas, se alejaron de esa vivencia ingenua, tan peculiar de lo evangélico y franciscano318. Este membrar lo «franciscano» me fuerza a prolongar brevemente este «excursus» histórico sobre el lenguaje místico. Es para anotar que, pese a los meritorios esfuerzos de hoy, muy conocidos, es cosa de que nos cause rubor a los franciscanos este autorizado pasaje de Menéndez Pelayo: «Desde los tiempos del abrasado Serafín de Asís y del beato Jacopone y de Ramón Lull, parece que los franciscanos han tenido vinculada la filosofía del amor, de que es gran maestro San Buenaventura, como de la especulativa lo es Santo Tomás. Los libros más clásicos y bellos acerca del amor de Dios, durante 29. Sobre tema tan importante y tan actual nos remitimos al estudio muy pensado de nuestro colega Vicente MUÑIZ, Experiencia cristiana y lenguaje en la obra del Padre Arintero, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía 5 (1978) 337-358. 30. Luis VILLASANTE C o rtabitarte , La sierva de Dios M. Angeles Sorazu. Estudio místico de su vida, Oñate 1950, voi. I. 419. El estilo natural y campestre de la escritora se gusta sobre todo en sus Opúsculos Marianos (Valladolid 1929) especialmente La ovejita de María Inmacu­ lada, encantadora evocación mística desde la alegoría pastoril. 31a. Prometedora se presentaba la obra de Augusto A. ORTEGA, Razón teológica y expe­ riencia mística, Madrid 1944. Dada su abertura a las corrientes actuales del pensamiento pen­ sábamos que las utilizaría largamente. Pero en vez de abrirse a una mística descriptiva que tan necesario nos es, nos da en esta obra una nueva interpretación metafisico-teològica de la misma, la cual en vez de fundarse en una filosofía de la «essentia» debería hacerlo en una filo­ sofía del «esse». De nuevo, más frigidez conceptual que vivencias auténticamente espirituales.

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