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ETERNO RETORNO EN LA MENTALIDAD ARCAICA 395 pagada con un vivir extrahumano conformado por arquetipos que exigen una tensión espiritual extrema, porque no suponen sólo una resistencia sino una rebelión. La relación del hombre arcaico con el tiempo es absolutamente concre­ ta y todo lo que va más allá de dos generaciones sólo puede conocerse a través de medios no concretos. Nada tiene que ver esta concepción con la relación abstracta que nuestra conciencia histórica tiene con el tiempo. Conviene subrayar que el punto de partida de sus intuiciones está siempre en lo concreto. Sin embargo, el largo camino que hace posible el pensa­ miento del eterno retorno en Nietzsche va de lo intuido concretamente a la pura abstracción. No son dos maneras de ser espiritualmente distintas, sino dos momentos del camino los que hacen posible el eterno retorno arcaico y el eterno retorno de Nietzsche. Para el hombre arcaico la creación primera es algo definitivo; no puede perfeccionarse. La evolución parece ajena a su mentalidad. Esos actos de la creación definitivos, porque son únicos, están determinando, de alguna manera, el carácter del tiempo originario; el sentido del hoy no está en el presente ni está en nada propio de su ser. Su único sentido lo adquiere como expresión de una repetición eternamente igual a sí misma. La menta­ lidad arcaica invita a pensar en la imposibilidad del hombre para mejorar lo creado. Cualquier intento de perfeccionamiento es interpretado como intuición de las leyes del tiempo originario11. Quizá para nuestra mentali­ dad exige un esfuerzo insistente de penetración. Pero llegar a comprender el instinto y la inteligencia que encierra el mito del ciclo nos ayudará a entender la intuición que sirvió de principio de formación al eterno retorno de Nietzsche, aunque sólo en sus inicios, porque, quizá, ambos retornos traten de conducir a la solución de tensiones existenciales a través, por supuesto, de caminos diferentes: supresión de la tensión mediante la segu­ ridad de la propia repetición, por un lado, y potenciación de la tensión mediante la inquietante novedad, por otro. El hombre arcaico necesita esa seguridad porque el mundo que él percibe es hostil y utiliza el sentimiento para lograr lo que el hombre moderno adquiere mediante la razón. Así, el eterno retorno arcaico es expresión fundamental de una interpretación y, sin embargo, es también, y a la vez, un principio de realidad, precisamente porque, al cumplir la condición esencial de haber sucedido «in illo tempo- re», se ha trascendido el tiempo y el espacio profanos y se ha reencontrado el Gran Tiempo, que representa la abolición del tiempo cronológico 11. En esta línea se mueve la interpretación de Ad. E. JENSEN, Mito y culto entre los pueblos primitivos, México 1975, 44-46, 137-139.

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