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394 MARIA LUISA GARCIA GARCIA miento de un tiempo irreal? El único camino de superación sería la interio­ rización de este tiempo posibilitando una percepción vacía de temporali­ dad que permita clausurarla. Pero, la única manera de vencerle, ¿no será destruyéndole mediante un acto de intuición? Quizá al hombre arcaico no le importa el tiempo perdido, si en esta pérdida ha ganado al Ser8, porque, en la conciencia arcaica, el tiempo, retornando eternamente, responde a una fuerza rectora relacionada con el hecho de que el hombre no se haya desprendido de la naturaleza y su conciencia no esté orientada hacia la percepción de cambios. Por esto, encuentra lo antiguo en lo nuevo, ya que el futuro es simplemente lo que fue. La independencia y la originalidad de la persona no tienen ningún valor. Podría entenderse entonces el eterno retorno dentro de un mecanismo de control social, aunque pienso que la regeneración del tiempo ofrece más bien la posiblidad de vencer la breve­ dad de la vida, al precio de un destino irrevocable. ¿No sería el tiempo, desde esta perspectiva, reflejo del sentimiento de plenitud del ser? Quizá; pero no aprehendido por la conciencia sino como inmediatamente vivido. La repetición entonces otorga realidad a los acontecimientos, pero sien­ do también expresión de una voluntad de vivir la eternidad, ¿en el tiem­ po? 9 Lo sido es su forma de permanencia, su eterno irrumpir del mundo imperecedero en el transitorio. La estructura del eterno retorno sólo puede entenderse desde una si­ tuación en el mundo que remite a una ontología original. El punto de partida podría estar en la creación cósmica: interpretación del mito cosmo­ gónico como modelo ejemplar. La repetición es así la única forma de reali­ dad; la abolición del tiempo estaría señalada por la imitación de los arque­ tipos. Llegan entonces a la suspensión de la duración; se ha penetrado en el tiempo mítico. En él, lo único conservable es lo ejemplar. Lo individual es rechazado, porque el hombre arcaico necesita liberarse de los aconteci­ mientos personales cuya agrupación constituirá la historia. Por esto necesi­ ta abolir el tiempo concreto, negándose a conservar la memoria del pasado. Todas sus actitudes podrían enunciarse —en opinión de Eliade— del si­ guiente modo: «si no se le concede ninguna atención, el tiempo no exis­ te» 10. Me pregunto, ¿sólo existe lo que se enfatiza? ¿El eterno retorno sería el gran engaño del hombre arcaico? ¿Su evasión? En cualquier caso, el miedo a lo autónomo, a lo irreversible, a lo imprevisible, es su justifica- 8. El horizonte de esta interpretación debe buscarse en el ámbito de la tradición india. R. Panikkar y B. Báumer, desde orientaciones diferentes, nos acercan a ella. Cfr. Las culturas y el tiempo, Salamanca 1979, 67-88, 89-96. 9. A. García Astrada está en esta línea. Cfr. Tiempo y eternidad, Madrid 1971, 67. 10. Mircea E liade, o . c ., 83.

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