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392 MARIA LUISA GARCIA GARCIA realidad a su propia existencia que adquiere así significación y valor. En su apuesta por la reversibilidad de los acontecimientos, se fuerzan mágica­ mente a retornar al origen reintegrando su creación ejemplar1. Todo pare­ ce envuelto en una atmósfera sagrada. La posibilidad de regreso al tiempo mítico de los orígenes —su tiempo «fuerte»—permite recomenzar la exis­ tencia intacta ahora en todas sus virtualidades. ¿Se llega al comienzo del Tiempo a la vez que se alcanza el No-Tiempo? ¿Es un intento de fusión con la eternidad? Quizá este trascender la condición humana deba expli­ carse por una necesidad de acceso a la inmortalidad. ¿Del hombre arcaico? Si, del hombre. Sólo ahora el mundo es pleno de sentido. La angustia y la muerte han sido conjuradas, aunque desde un fundamento sentimental que responde a necesidades humanas básicas previas a toda disociación2. Se ha hecho posible la vida, esa vida que el hombre arcaico busca en estructuras cerradas garantes contra los acontecimientos y sus amenazas. ¿Ocurre siempre lo mismo porque necesitan que nunca ocurra nada? ¿Principio de conservación o preponderancia de lo mismo ontològico so­ bre lo Otro histórico? Acerquémonos a las características esenciales de la conciencia que vive el eterno retorno. El hombre está situado y orientado en lo absoluto. Su tiempo no ha sido formado ni deformado por la ciencia, carece de elastici­ dad y se identifica con el devenir social, porque en la vida primitiva las posibilidades, una vez agotadas en su horizonte limitado, vuelven con con­ tenido idéntico. La trayectoria de toda la realidad sólo puede ser compren­ dida mediante una estructura cíclica que, siendo cerrada, afirma en lo múl­ tiple lo Uno, conservando la plenitud ontològica que mantiene ese tiempo primero en su más alto valor. ¿Se realiza así la asunción de lo cotidiano por lo ontologico? Pienso que sólo en el sentido de una unión de la reali­ dad toda: obrar y conocer en una sola dimensión. Hombre y mundo, uni­ dos en el espíritu del retorno, son expresión de un esquema ontològico del ser coherente con una axiología. Pero, centrémonos en el presente como clave del ciclo en sus últimos sentidos: unión del comienzo y del fin. Parece un intento de sobrepasar la temporalidad. Es en sí una lucha contra el puro fluir, entendido éste como fuerza de ruina3. ¿Se está corriendo el peligro de eliminar la secuencia temporal para imponer el instante inmóvil, 1. Mircea ELIADE, Mito y realidad, 5.a ed., Barcelona 1983, 22. 2. G. Gusdorf enfatiza este dominio de lo sentimental en la mentalidad arcaica. Cfr. Mito y metafísica, Buenos Aires 1960, 15. 3. El flujo temporal como fuerza de ruina es subrayado por Jean-Pierre VERNANT, Mito y pensam iento en la Grecia antigua, 2.a ed., Barcelona 1985, 115.

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