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ETERNO RETORNO EN LA MENTALIDAD ARCAICA 409 instante es la justificación absoluta de cada acto, el grito sublime del crea­ dor que transformó su querer en ser y llegó a la plenitud de un ahora eterno, esencia de la felicidad máxima. El eterno retorno se ha convertido en realidad. La afirmación del instante logra la unión sublime de sufrimien­ to y sabiduría. Es la nueva experiencia del ser. Tenemos aun otros aspectos del eterno retorno de lo igual, aunque no los fundamentales ni más específicos. Sí serían estos los que más le acercan al eterno retorno arcaico. Estoy hablando de la idea de juego que toma su sentido en la construcción y destrucción sin finalidad, que nada tiene que ver con un inicio no metafísico de filosofía cosmológica44. En realidad, el eterno retorno de Nietzsche parece proponernos un acercamiento a la esencia de lo trágico, cuyo fondo es Dioniso, capaz de relacionar al hombre con lo «Uno primordial», capaz de transformar la muerte y el destino sumergiéndonos en lo profundo de la existencia, para volver a encontrar los momentos perdidos proyectándolos hacia el porve­ nir. Es la preparación de la humanidad para su nacimiento, porque quizá ignore aun su primer momento, ya que todavía no ha aprendido que la soledad es peligrosa y la libertad un riesgo, pero una necesidad para el hombre del retorno, que debe abrir la posibilidad de un tiempo nuevo, en el que el hombre, asimilador del pasado, lo integra logrando un instante fuera de la misma historia. Presente sin presencia que absorbe las causali­ dades. Nuestro eterno retorno nos lleva al fin a un conocimiento sufriente dentro de una racionalidad instintiva. Esto puede parecer paradójico, pero creo que es esencialmente así: «no antifilosofía sino filosofía que revela la negación de las otras filosofías por llevar a la verdad y atreverse a ella y desde este momento sirve de “medida de valor”, filosofía del “sí” 45. El sí del eterno retorno de lo igual es engendrador de afirmaciones sucesivas, que no dejan nada fuera de ellas; es, en cierto modo, la «pérdida del sí» en el todo, lo cual supone una cierta actitud ante la existencia, resultado de una determinada experiencia: la experiencia de la creación convertida en acción suprema desde una vida, cuya justificación es su propia abundan­ cia y cuyo logro es la transformación del individuo. Así adquiere sentido la muerte, porque no es una objeción contra la vida. La muerte nos sugiere la aniquilación, a través de la cual se afirma la vida como voluntad de retorno incesante, hasta de ese sufrimiento y de esa muerte. 44. Respecto al tema del juego es interesante leer E. FlNK, La filosofía de Nietzsche, Madrid 1982, 5.a ed., 223-225. Aunque mi interpretación no coincide exactamente con la de este autor. Juego como presupuesto, sí; como concepto clave, no. 45. P. V a la d ie r , o . c ., 524. 5

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