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408 MARIA LUISA GARCIA GARCIA futuro. Es una metafísica de la identidad cosmos-mundo, que supone la búsqueda del ser total fuera del tiempo. Esta búsqueda sólo es posible desde la voluntad que actúa en todo lo que vive y de la que todas las razones dependen. Es dinamizadora del intelecto. Su esencia supone la creación de un querer explicado como acumulación de poder, desde una inocencia que expresa la más alta afirmación. Sólo desde esa inocencia la voluntad puede engendrar. Es el único camino del ser. Voluntad y poder entrelazados constituyen, para Nietzsche, «el instinto fundamental», lo ori­ ginario. Nietzsche nos sugiere a menudo un eterno retorno como retorno del poder42. Es la voluntad de poder la que hace que el eterno retorno cambie de naturaleza. El eterno retorno podría entenderse, entonces, como síntesis de una afirmación que halla su principio en la voluntad. La volun­ tad de poder logra el retorno sólo de lo afirmado, que adquiere todo su sentido en la misma afirmación del hombre del retorno, en su voluntad de verdad. Una vez realizada la nueva posición de valores, la voluntad de poder es un principio que se convierte en la esencia de la vida misma. Ahora el tú debes se ha convertido en yo quiero y esto abre la posibilidad a una existen­ cia eternamente repetida, pero sólo desde la capacidad de transformación del querer en ser. La voluntad de poder es movimiento creador43. La vio­ lencia de su querer nos conduce al «juego» del ser, llegando a un estado de plenitud en el que el amor a lo eterno se identifica con un amor a lo bello en toda su pureza. El arte recupera al individuo para la vida, porque excede el destino de la desaparición. Así juega un gran papel para la com­ prensión del retorno de lo igual. Conviene señalar algunas palabras muy expresivas de nuestra afirma­ ción esencial. ¡Muerde!, sería expresión de la máxima afirmación que logra que el movimiento del ser penetre en la eternización de lo inmóvil. Es la opción valerosa que logra vencer al espíritu de la pesadez; el retorno no es esencialmente una «pesada carga», no vuelve ya lo pequeño y lo miserable. Aquel aterrador pero mágico ¡muerde! es la clave de nuestro retorno: la destrucción de la creación. Esto enlaza necesariamente con otro gran tema afirmativo: el Instante, como única posibilidad de captar la eternidad desde un trascendimiento de la vida individual. El tiempo aquí ha perdido su orientación en el mo­ mento culminante de la experiencia del conocimiento. La afirmación del 42. F. NIETZSCHE, A sí habló Zaratustra: ‘De la virtud que hace regalos’, Madrid, Alianza 1985, n. 1, 120: VI/I, 95. 43. Ibid.: ‘De la redención’, 206: VI/1, 177.

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