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406 MARIA LUISA GARCIA GARCIA querer en creación; aquel «así lo quise yo» es la máxima instancia de la «voluntad creadora»41. La creación es un acto de violencia superador del bien y del mal, desde un sufrimiento vivido como afirmación trágica. Así, la esencia del acto creador enlaza con el eterno retorno como metafísica doliente, traspuesta en alegría eterna. El acto creador, desde esta perspectiva, ya no es querer sino ser. La violencia del querer nos ha conducido al juego del ser y nos sugiere de nuevo un retorno que niega lo repetitivo. Desde el momento en que se presenta como creación, es funda­ mental eliminar cualquier matiz que suponga repetición, porque la verda­ dera creación es voluntad de transfigurarse y de sobrepasarse eternamente. Este querer, por el que nos sabemos más allá de nosotros mismos, nos fortalece, nos hace crecer, porque es un despliegue de fuerzas que potencia nuestro conocimiento esencial del ser. Pero la voluntad de poder es siem­ pre ruptura de equilibrio, es energía sobrepasándose a sí misma. Su verda­ dero estado es permanecer siempre como energía. Voluntad de sobrepasarse y transfiguración constante del propio ser van unidas. Así enlazamos con la afirmación del Instante desde el cual queda sublimada la existencia toda, porque la voluntad de poder la ha elevado vigorizando al individuo. Sólo mediante ella es posible el retorno como coronación de fuerza y de plenitud. Aunque me parece interesante este enlace voluntad de poder-eterno retorno, espero no haber dado la impresión de una identificación de am­ bos, porque, si el eterno retorno no tuviera otra posibilidad que ser afirma­ do por una voluntad que quiere la voluntad de poder, la afirmación de la voluntad de poder no expresaría todavía el eterno retorno. Querer la eternidad de lo igual, cuyo presupuesto es la voluntad de poder, nos lleva a la pura afirmación, cuyo único querer es la reducción de todas las cosas a la eternidad en sí. Es querer la eternidad en toda su fecundidad. La verdadera afirmación de la voluntad de poder se lleva a cabo sólo cuando es capaz de querer la eternidad de un Instante que es presente y pasado: devenir. Es la coexistencia del presente consigo como pasado y como futuro. El propio volver es lo uno que se afirma en lo múltiple. En todos los matices que hasta ahora he señalado del eterno retorno de lo igual subyace un aspecto que podría entenderse como superación de lo bueno y de lo malo. Es la tranquila contemplación de saber la eternidad del mundo y la permanencia en la preparación de una espera llamada a encontrar el cumplimiento del centro de todo ser. El hombre es transfor- 41. V. MASSUH, Nietzsche y el fin de la religión, Buenos Aires 1969, 154.

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