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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS EN ESPAÑA. 359 ciña, Francisco Vélez, replicó que el interesado «no había puesto los pies en el general», siendo todo una astuta patraña, para la que había fingido cédulas, falseándole la firma en los cursos de 1761-1762 y sucesivo. Esa fue la espoleta que hizo se airearan «otras muchas trampas y frau­ des que ejecutan los estudiantes para abreviar el tiempo de sus cursos y graduarse de bachilleres». Negóse unánimente a los solicitantes lo que pedían, a fin de «cortar estos y otros defectos, omisiones y descuidos, en que incurren los estudian­ tes, trastrocando el orden con que deben ganar sus cursos», y se decidió castigar el atrevimiento del falsificador entregándole al juez del estudio13. Aparte de esas sanciones de alcance particular y, en vista de que, más que de casos episódicos, se trataba de un mal casi endémico, que pedía un arreglo general para el futuro, decidió el claustro volver sobre el asunto en el del siguiente día 26, y estudiar más a fondo el problema, hasta dar con «el mejor régimen», que hiciera imposible su replanteamiento. La agenda incluyó los temas de la asistencia a clase, recepción de gra­ dos en otras universidades e incorporación de los mismos en la de Sala­ manca, de las cédulas testimoniales de aprobación de cursos, fraudes, «y demás que sea conducente e incidente a esta materia». Ese temario fue calificado de «asunto grave» por el claustro pleno y, por ello, digno de la más seria y pausada reflexión; sin duda, porque algu­ nos vislumbraban, bajo ese desorden académico de sobrehaz, como causa y raíz, el desgaste profundo de la institución misma. Las «muchas y muy 13. Ibid., L. 231 f. 56v. El vicesecretario de la universidad levantó este acta: «Después se leyeron diferentes memoriales de cursantes de medicina. El primero, de don José Rico, en que expresaba haberse graduado de bachiller en artes por esta universidad, en la que ha ganado dos cursos de dicha facultad de medicina, y pedía a la universidad le dispensase la omisión que había tenido en no haberse matriculado en los citados dos cursos. Otro de don Gregorio Calvo, en el que pedía se le dispensase la falta de matrícula del curso de sesenta y tres en sesenta y cuatro, en que había asistido a las cátedras de medicina. Otro de don Benito Casto, en que expresaba haber ganado dos cursos de sesenta y uno y sesenta y dos sin haberse examinado en artes ni matriculado en medicina, requisitos necesarios para poder ganar legítimamente los cutsos, en lo que suplicaba a la universidad le dispensase en atención a ser pobre y hacérsele perjuicio. Asimismo se leyó otro de don Luis Villalobos, el que decía estaba graduado en artes por la Universidad de Avila, sin haberle incorporado en ésta, en la que tenía ganados los cuatro cursos de medicina necesarios para recibir el grado en esta universidad y, para efecto de recibir éstos, suplicaba a la universidad le dispensase la falta de haber incorporado el de artes en tiempo competente». «Enterada la universidad de lo expues­ to por el doctor Vélez y de otras muchas trampas y fraudes que ejecutan los estudiantes para abreviar el tiempo de sus cursos y graduarse de bachilleres, lo que era contra el orden y método que prescriben los estatutos de esta universidad, se trató, confirió y votó sobre las providencias que había de tomar con el mencionado don Luis Sánchez de Villalobos, casti­ gando el atrevimiento que había tenido en falsear las firmas, y en lo tocante a tomar arbitrios y providencias sobre estorbar y cortar tantos fraudes y trampas que ejecutaban los estudian­ tes» (lbid.).

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