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GERMAN ZOMORA Conocido el informe, el claustro pleno lo aprobó y acordó, nemine discrepante, rendir especiales gracias a su autor «por un escrito tan convin­ cente, tan sabio, tan culto y digno de su universidad». Dedicado al real Consejo que lo había solicitado, Ribera lo cerraba en la confianza de que éste, «con su vista lince, leerá en él mucho más de lo que aparece», observación que, probablemente, se cumplió, pero en un sentido muy diferente del esperado, como se vería al final de aquella década9. 2. Reforma de los estudios de gramática Como dijimos, la actitud antirreformista anidaba singularmente en las facultades de teología y jurisprudencia, no en las de medicina ni en los estudios de gramática. En cuanto a la de artes, es bien conocida su peculiar situación, tanto por la heterogeneidad de sus ramas como por su condición de «menor», o propedéutica. Debido a ello, si, por ejemplo, la reforma de la enseñanza de las matemáticas, o de la geometría, no tenía por qué engen­ drar serios temores en las demás facultades, el resultado había de ser diver­ so, si atentaba a su ramo filosófico. Supuesta la organización tradicional del saber oficial y de su aprendizaje, cualquiera nueva orientación de fondo en dicho ramo podía comprometer el edificio que lo tuviera por cimiento. Tan mala propedéutica para una teología «moderna» podía ser la filosofía peripatética, como inapropiada ésta para cursar la medicina «newtoniana», o mecanicista 10. 9. IbiíL, ff. 160-161 y L. 227 ff. 30 y ss. Francisco Agudo, del colegio médico y otro de los comisionados, dictaminaba sobre la petición aragonesa: «Hemos examinado el punto con la mayor pausa, atención y madurez, y nos ha parecido no deben concedérseles la licencia, protección y privilegios que piden a los que intentan fundar la Academia del Buen Gusto de Zaragoza, porque se explican en unos términos muy genéricos, debajo de los cuales se puede contener un pensamiento útil y también un proyecto muy perjudicial. Hemos juzgado también que la respuesta al real Consejo sea docta y bien fortalecida, para que, si la viesen los intere­ sados en la erección de Academia, entiendan que, si la universidad de Salamanca rehúsa admitirla, no es por falta de erudición y conocimiento» (L. citado, f. 31v). De hecho, mostraba una erudición acrisolada, en particular sobre los tan traídos y llevados «metodistas» o refor­ madores del tradicional método de estudiar. El secretario de la reunión anotó que la lectura del ‘informe Ribera’ fue seguida por «los demás señores del claustro unánimemente con gusto, con aplauso y aún con ternura, desatándose en elogios al papel y su autor». 10. Sobre la simbiosis barroca de medicina y filosofía escribieron acertadamente Pedro Lain ENTRALGO y José M. L ópez Pinero: «Nada de cuanto hemos dicho es ajeno a la medicina, aunque otra cosa pudiera pensar una mente superficial. Galileo y Descartes operan muy directamente sobre la iatroquímica; Sydenham piensa como Locke y John Ray; Boerhaa- ve escribirá, a la manera de Descartes, de distinctione mentís a corpore; sin Newton ni Leibniz no serían comprensibles Hoffmann y Stahl. E l saber médico del Barroco, fiel al naturalismo que los griegos impusieron a toda la medicina de Occidente, ha tratado de hacer suya la

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