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376 GERMAN ZAMORA renta y actual asistencia de cursantes, o si se trataba de una cátedra pura­ mente nominal: «Si la cátedra que se expresa, se lee; si hay cursantes de ética, o filosofía moral; si se dicta o enseña por autor determinado; o si, por el contrario, es un empleo que no tiene más que sonido, la condecora­ ción y el salario». Pedía, además, al claustro que señalara él mismo los medios eficaces para remediar «semajantes abusos», y hacer útil tal cátedra, particularmente, para los estudiantes de ambos derechos, «por ser sus ele­ mentos una especie de introducción a la jurisprudencia». Su regente en propiedad había pretendido, poco tiempo antes, hacerse también con la de vísperas de teología y hallábase en Madrid como delega­ do por la universidad, la cual salió en su defensa, alegando que la agrega­ ción de tal cátedra a la facultad de teología venía de tiempo inmemorial «y, por tanto, el que la goza es obligado a enseñar tanto jurisprudencia como teología, según quieran los discípulos». La respuesta era bastante ino­ portuna, pues daba a entender que la antigua cátedra de teología moral se hallaba, efectivamente, casi desierta, por culpa no de los catedráticos, sino de la escasez de alumnado, según un fenómeno ya constatado y advertido al Consejo en el remoto 171434. 9. Reforma , no ruptura. El doctor Martín en Madrid Si la presencia en Madrid del lectoral Sánchez Domínguez irritó a los responsables de la instrucción pública, no obstante hallarse con el beneplá­ cito de la universidad, otro claustral del Tormes halló al instante y por las mismas fechas la acogida más favorable de aquéllos, pese a no haberlo llamado ni enviado, aparentemente, nadie. Aprobado el plan de medicina por el claustro con las reservas expues­ tas, sus autores lo retocaron levemente, sin autorización universitaria, aña­ diendo los párrafos concernientes a la enseñanza de la geometría por Wolff o Tosca para que los cursantes de física experimental pudieran entender los experimentos newtonianos. Había tácito acuerdo en no enviar tal plan al Consejo hasta que estuvieran ultimados los demás, y en remitirlos juntos. Pero aquel documento que, una vez leído por su amanuense Juan Mar­ tín López, quedó verosímilmente en su poder, desapareció de Salamanca en la primavera de 1767, para no reaparecer sino procedente de Madrid, y presentado por una carta del Consejo. La sorpresa del claustro fue enorme. El procedimiento del doctor Martín no sólo rompía la tradición de la universidad, sino el modo ordinario de reaccionar el Consejo en casos 34. AUSal L. 233 ff. 46-47; cf. también Colección de los reales decretos 58.

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