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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS EN ESPAÑA. ser presentados a claustro. En el debate del asunto surgió pronto la divi­ sión de opiniones, amenazando el jurista Pedro Casamayor con recurrir al Consejo, si no se limitaban las atribuciones de la junta, y un miembro de ésta, con dimitir: era otro jurisperito, el canonista Bernabé Velarde, que había reemplazado en ella al doctor Andrés Santos; el carmelita calzado Bernardo Zamora, helenista, pidió que su voto fuera admitido no sólo en la facultad de artes, sino en la de teología, por «ser teólogo por su reli­ gión». La universidad se avino al voto del agustino P. Alba, mandando que los comisarios de la buena enseñanza consultaran siempre a sus respec­ tivas facultades, trayendo a claustro pleno, con el plan, los pros y contras de sus colegas32. 8. I m cátedra de filosofía moral La controversia sobre el inesperado plan de medicina pasó durante unos meses al olvido, mientras la universidad vivía momentos de conmo­ ción, primero con la noticia de la supresión de la tripartita , decretado por Carlos III el 24 de diciembre de aquel fecundo año salmantino, y notifica­ da al claustro pleno el 19 de enero de 1767. El decreto no sólo abolía turnos y alternativas en el modo de proveer las cátedras de filosofía y teología, sino que reglamentaba al detalle el modo de cubrir las vacantes en los sucesivo33. A esa medida de fuerza se unía, en la primavera, otra no menos inesperada y mucho más violenta, la del extrañamiento de la Compañía de Jesús, comunicada en el pleno de 7 de mayo. El conde de Aranda brindaba a la universidad, al mismo tiempo, los libros de las ricas bibliotecas de «los expulsos», designando aquélla diez comisarios para su selección. El Consejo, que había iniciado sus injerencias reformistas en la vida interna de la alma mater salmantina denunciando ciertos abusos del profe­ sorado, creyó ver uno más en la presencia en la corte del catedrático de teología moral, Julián Sánchez Domínguez, lectoral de la catedral, y lo conminó a reintegrarse inmediatamente a su puesto, o a renunciar a él. Empeñado en reorganizar, con interés muy especial, la docencia en esa cátedra y a agragarla a la facultad de artes bajo el nombre de filosofía moral, el Consejo ordenaba a la universidad informara sobre su historia, 32. Ibid., f. 9-10v; para una breve etopeya de esos personajes, cf. Apéndice II. 33. Colección de los reales descretos 36s; puede verse nuestro artículo La reforma de los estudios filosóficos en España bajo Carlos III. Jalones legislativos principales, en NatGrac. 28 (1981) 4 lis, y Víctor SANCHEZ Gil, Teología y teólogos franciscanos españoles en el siglo de la Ilustración , en Archivo Ibero-Americano 42 (1982) 703-750.

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