PS_NyG_1990v037n003p0351_0389

360 GERMAN ZAMORA sabias razones» que, según el cronista, salieron a luz en el debate, conver­ gían en la confesión de una doble decadencia: la del aprovechamiento inte­ lectual por parte del alumnado, y la del «esplendor de este estudio». El remedio debía consistir en promover el primero, y restablecer el segundo. Mas sería empresa irrealizable, sin antes «descubrir y cortar la causa de la decadencia de ambos». El autodiagnóstico de la universidad localizaba el origen de sus males en esta serie de causas: a) la mal introducida multitud de asuetos, b) la poca asistencia de los estudiantes a las cátedras, c) la facilidad con que éstos podían obtener, negociar, o suplantar cédu­ las de cursos a fin de conseguir con anticipación los grados en Salamanca, o incorporar en ella «los que con menos examen suelen negociar en otras». d) la inobservancia de algunos estatutos, e) la inobservabilidad de otros «en las circunstancias presen tes»14. Es evidente que varios de los factores de decadencia que se indican parecen antes efecto que causa de la misma. Pero, al poner en tela de juicio la actualidad de algunas de sus constituciones académicas, insinuan­ do con ello la conveniencia de modificarlas, se entreabría la puerta a la reforma. Como, entre tales factores, los había remediables de un plumazo, v. gr., el concerniente al número de días lectivos, bastóle al claustro decretar su eliminación. De ese modo fueron suprimidos todos los asuetos «gra­ ciosos». 4. Creación de la «junta de la buena enseñanza» Nos hallamos a fines de agosto de 1765. No pareció tan fácil cercenar otros abusos y, sobre todo, actualizar estatutos anticuados. Para su estudio optó el claustro por la solución previa habitual, la de encomendarlo a una junta o comisión. A diferencia de tantas otras como constelan los libros de claustros sin mayor pena ni gloria, ésta que ahora se creaba merecería pronto pasar a la historia de la universidad con relieve peculiar. El encomiástico nombre que se le dio patentiza no sólo su finalidad —mejorar la enseñanza—sino las muchas esperanzas que en ella se cifraban. Aquella finalidad era bifronte: había de «impedir, cor­ tar, o precaver abusos y fraudes», triste resaca del pasado, y formar un plan de estudios en todas las facultades, acorde con la «presente constitución 14. Ibid., ff. 59 y ss.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz