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280 BERNARDINO DE ARMELLADA cuestionada, lo hacen desde un supuesto en que el hecho de la ordenación del hombre al fin sobrenatural es ya conocido por revelación14. Después de esas consideraciones pasa a la pregunta sobre la existencia misma del deseo natural, pero mezclando —un tanto inconsideradamente— la cuestión del apetito natural con la del elícito: «¿E s posible, se pregunta, que se apetezca naturalmente, ya sea con apetito innato ya con elícito, la visión intuitiva de Dios?». Y responde afirmativamente, remitiéndose al Doctor Sutil en el lugar reseñado en la nota15. Frassen no parece haberse dado suficientemente cuenta de la diferenciación que Escoto nítidamente establece entre el apetito innato y el elício. Pero ahora me tengo que limitar a ver el modo cómo Frassen se encara con el problema. El hecho de que refiera la cuestión a la posibilidad y no a la existencia del deseo tanto natural como elícito, obliga a deslindar su incidencia en cada uno de los aspectos. En la lógica escotista la posibilidad del apetito innato equivale a la posibilidad de un apetito necesario , e. d., su posibilidad incluye la nece­ sidad de que exista. No así la posibilidad de un apetito elícito, que, por ser acto de la voluntad, no se dará nunca de modo necesario. Veamos las pruebas a favor del apetito innato: El apetito innato, dice, no es otra cosa que la perfectibilidad o inclinación de la naturaleza a aque­ llo que es perfectivo de la misma. Ahora bien, la visión beatífica es una perfección con respecto a la naturaleza humana. Por consiguiente tiene que existir dentro del hombre una inclinación natural a la visión beatífica. Frassen aclara la consecuencia con el hecho incontrovertible de que todos los hombres propenden naturalmente a la felicidad; y la visión intuitiva de Dios no puede menos de entrar en la categoría de «felicidad del hom­ bre» 16. No vale contra esta afirmación el razonamiento de que, por tratarse de un don sobrenatural, la inclinación no puede ser natural17. Frassen cita un texto clásico de San Agustín, al que los defensores del «desiderium naturale» atribuyeron siempre un valor probativo a favor de su tesis: «Es propio de la naturaleza del hombre poder tener fe y caridad; pero el hecho concreto de tener esa fe y esa caridad es ya gracia de los fieles». De aquí 14. «Conclusio tertia: Supposito quod quis per revelationem divinam vel humanam no- verit possibilitatem aut futuritionem divinae visionis intuitivae, illam suadere poterit rationi- bus Doctoris subtilis in 4, dist. 49, q. 8». (Ibid., p. 351). 15. «Quaeres 1: An visio intuitiva possit appeti naturaliter tam appetitu innato quam elicito. Respondeo affirmative cum Doctore Subtili in 4, dist. 49, q. 10» (Ibid., p. 354). 16. «Appetitus innatus nihil aliud est quam naturae perfectibilitas seu inclinatio in id quod sui perfectivum est: sed nobis inest haec inclinatio ad visionem beatificam naturae humanae perfectivam. Probo: Omnes homines naturalem habent propensionem ad beatitudi- nem... Ergo et ad beatitudinem supernaturalem» (Ibid.). 17. «Si quid obest quominus inclinatio ad visionem beatificam diceretur naturalis, máxi­ me quia beatitudo illa est supernaturalis: sed haec ratio non officit» (Ibid.).

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