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LA GRACIA LIBRE, PERO NO NEUTRAL 295 terminológicas de Frassen57. Habla de una felicidad natural del hombre y llama potencia obediencial a la relación del hombre con las perfecciones sobrenaturales. Que esto no le pone en contradicción con los postulados escotistas, es la conclusión a la que pueden haber conducido estas mis reflexiones. A modo de síntesis se puede establecer el siguiente proceso del pensamiento escotista: — Se parte de que la posesión inmediata de Dios (gracia y gloria) depende de una decisión absolutamente libre de Dios. En este don divino el hombre se sentirá plenamente colmado en su deseo de felicidad en el amor y en el conocimiento. Es decir, el hombre tiene actualmente un des­ tino (o fin último) que sólo es asequible como gracia, no como exigencia de su naturaleza (por eso se le llama sobrenatural). — La teología reflexiona sobre las condiciones de posibilidad de este misterio de parte de la creatura: Tiene ésta que comportar en primer térmi­ no una apertura radical de conveniencia al posible don de Dios. Tal afini­ dad profunda —apetito natural— con el don gratuito de Dios es lo que hace que yo, hombre, pueda considerar la comunión con Dios en Cristo (en el caso de que se me conceda) como algo entrañablemente mío (mi Salvador, mi Padre, mi Consolador). Esta maravillosa convivencia de Dios con el hombre en camino hacia la plenitud constituye la historia real salví- fica que el cristianismo confiesa y que la teología escotista cree hacer de algún modo inteligible con el concepto del «deseo natural innato». Pero tratándose de una relación personal en la libertad del Dios trascendente, tal deseo natural nunca podrá tomar carácter de exigencia. Le es tan con­ sustancial la no-exigencia como la afinidad y convenienica con lo que le perfecciona sumamente. — Dentro de su visión abierta del ser (que podría tener algo que ver con la categoría actual de lo «histórico-salvífico») no podía hacerse tan rotundamente conflictiva para el escotismo la dificultad de corte aristotéli­ co en la que el hombre se configura dentro de la exigencia de un fin natural como clausura incondicionada de su esencia o como objeto necesa­ rio de su potencia58. 57. Lo que en mi razonamiento pudiera aparecer artificio sutil y un tanto apriorístico lo considero en realidad una exigencia del principio hermenéutico que formula precisamente Escoto en Quodl. 7, 38: «Nulli auctori imponencia est sententia falsa vel multum absurda, nisi habeatur expresse ex dictis eius vel sequatur evidenter ex dictis eius». 58. J. ÁLFARO, en la o. c., «Lo natural y lo sobrenatural», escribe: «Escoto, con gran claridad de visión, de dio cuenta de que Aristóteles, al no admitir la libertad de Dios en su actividad sobre el mundo, había concebido la naturaleza como un sistema cerrado (subrayado mío) y necesario de potencias activas y pasivas, y de que dicha concepción no podía ser íntegramente aceptada por los teólogos» (p. 108). La constatación le servirá luego de bien

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