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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 265 tría, como ocurrió con los miembros del antiguo pueblo de Dios(l Cor 10, 7). Al avaro se le llama idólatra (Ef 5, 5). Tenemos la condenación de la idolatría, no sólo de los idólatras, en una serie de textos: huid de la idolatría (1 Cor 10, 14); es mencionada entre las obras de la carne (Gal 5, 20); se establece la identificación de la avaricia con la idolatría (Col 3, 5) y la primera carta de Pedro, entre otras prohibiciones, destaca la de no vivir en abominables idolatrías (1 Pe 4, 3). ¿Por qué esta insistencia? ¿No era la primera condición de la conver­ sión, más aun, no consistía ésta en convertirse de los ídolos al Dios viviente? (1 Tes 1, 9). Una cosa es la renuncia teórica y otra la ruptura práctica. ¿No se hacen muchas veces compatibles con la fe cristiana cosas, realidades y creencias que no lo son? ¿No se ha hecho compatible muchas veces el señorío único de Cristo con otros seres intermedios, llámense como se lla­ men? Las amonestaciones, prohibiciones y mandatos surgen de la inmadu­ rez del individuo o de la comunidad en la fe. La causa más frecuente de idolatría la constituía la mezcolanza de los distintos ámbitos sociales, econó­ micos y profesionales con las costumbres religiosas y las prescripciones cul­ tuales. Estas circunstancias hacían participar a los cristianos en la idolatría de manera casi inevitable. Estamos muy lejos de comunidades cristianas ideales. A aquellos cristianos les quedaba mucho camino que recorrer132. Debemos tener en cuenta la trayectoria del pensamiento paulino. Hemos destacado como pecado gravísimo el de la avaricia. Según el após­ tol Pablo la avaricia y el deseo desmedido de poseer se apoderan del cora­ zón del hombre, lo separan de Dios y le conducen a la idolatría. El hombre no puede ser servidor más que de un único señor (Mt 6, 24; Le 16, 13). Un avaro es un idólatra. Todos los pecados de impureza llevan a la idola­ tría. La lujuria se impone como un déspota 133La concepción de Pablo en este terreno no es ni la del psicólogo ni la del científico en general. Pero su concepción, la del teólogo-moralista, es tan atendible como cualquier otra, si no más. ¿Cuál fue la causa de la depravación moral del paganismo? Acabamos de decir que «todos los pecados de impureza llevan a la idola­ tría». Para el Apóstol es igualmente válida la proposición inversa: la idola­ tría lleva a todos los pecados. Estos son consecuencia de aquella. Al menos así lo ve el Apóstol. También en el judaismo se halla unido el culto a los ídolos con la impureza134. 132. Ibid., 42. 133. E. LOHSE, Die Briefe an die Kolosser und an Philemon, Col. 3, 5. 8 , Göttingen 1969, 198. 134. O. M ich el, o . c ., 67.

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