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264 FELIPE F. RAMOS siempre más y más. Este término llega a ser sinónimo de maldad y perver­ sión. Es uno de los actos malos que corrompen al hombre desde dentro (Me 7, 22). Es una característica del paganismo ateo (Ef 4, 19; 1 Pe 4, 3; Jud 4) 13°. Los tres pecados «sexuales» tienen que ver con una laxitud permisiva y sin freno alguno, como la que existía en Corinto. En el catálogo de 2 Cor 12, 20s reaparecen los tres. La diferencia está únicamente en el orden: akazarsía ocupa el primer lugar. Cuando Pablo escribe a los corintios les dice que deben renunciar a los vicios en que vivían antes de su conversión. Y que no acudan a su falso concepto de libertad: «todo está permitido», para excusarse de cumplir la ley moral en este terreno. Quien se deja llevar por lo excesos sexuales peca contra la voluntad de Cristo. No vale pensar en la posesión del Espíritu para creer que, gracias a ella, ellos no se man­ chaban y, consiguientemente, no necesitaban penitencia. Frente al liberti- nismo reinante, Pablo la exige de forma terminante. La laxitud mencionada procedía de la influencia gnóstica. El hombre, por ser «espiritual», no podía ser alcanzado por la impureza de actos mo­ rales inhonestos o deshonestos. La versión actual de «hago con mi cuerpo lo que quiero» es una traducción burda de la gnosis. Más lamentable en nuestros días desde la antropología monista que no permite establecer dife­ rencias, al menos importantes, entres las distintas partes que constituyen el yo único del ser humano131. 6.2. Segundo grupo Al segundo grupo del catálogo de Gal 5, 19-21 pertenecen dos peca­ dos: la idolatría y la hechicería. Los dos son desconcertantes. La primera, la idolatría o adoración de algo o de alguien, de un ídolo, como si se tratara del Dios único y verdadero es particularmente desorientadora. ¿Cómo es posible que se diese este fenómeno en las comunidades cristia­ nas? Más aun, debió de ser bastante frecuente: Pablo amonesta a los fieles a que no se relacionen con los idólatras (1 Cor 5, 10s); se da por supuesto que existen dentro de la comunidad. Y se afirma de ellos que no poseerán el reino de Dios (1 Cor 6, 9s). Se da un estímulo para no caer en la idola- 130. EWNT I, col. 407. El término mismo tiene tanta fuerza que conduce «in peiorem partem» al vocablo koite que le precede en Rom 13, 13. De suyo, koite, koitai , pueden tener un sentido neutral: «estar en la cama o estar acostados», sin ninguna connotación sexual (Le 11, 7). Su unión con asélgueia lo determina en el sentido de coito-cohabitación sexual (O. MlCHEL, Der Brief an die Römer , Göttingen 1966, 331). 131. H. D. WENDLAND, Die Briefe an die Korinther , 2 Cor 12, 20s, Göttingen 1969, 229.

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