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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 255 —como sistema de pensamiento—, ya sea en su forma práctica —como método de lectura y de valoración de los hechos— y además como progra ma de conducta correspondiente. «Por principio y de hecho, el materialismo excluye radicalmente la pre sencia y la acción de Dios, que es espíritu, en el mundo, y sobre todo en el hombre, por la razón fundamental de que no acepta su existencia , al ser un sistema esencial y programáticamente ateo... es cierto que un materialis mo verdadero y propio, entendido como teoría que explica la realidad y tomado como principio clave de la acción personal y social, tiene carácter ateo . El horizonte de los valores y de los fines de la praxis, que él delimita, está íntimamente unido a la interpretación de toda la realidad como «mate ria». Si a veces habla también del «espíritu» y de las «cuestiones del espíri tu», por ejemplo, en el campo de la cultura o de la moral, lo hace solamen te porque considera algunos hechos como derivados ( epifenómenos ) de la materia, la cual, según este sistema, es la forma única y exclusiva del ser». Se puede decir, por tanto, que el materialismo es el desarrollo sistemá tico y coherente de aquella «resistencia» y oposición denunciados por san Pablo: «La carne tiene apetencias contrarias al espíritu». Este conflicto es, sin embargo, recíproco como lo pone de relieve el Apóstol en la segunda parte de su máxima: «El espíritu tiene apetencias contra la carne». El que quiere vivir según el espíritu, aceptando y correspondiendo a su acción salvífica, no puede dejar de rechazar las tendencias y pretensiones internas y externas de la «carne», incluso en su expresión ideológica e histórica de «materialismo antirreligioso». En la contraposición paulina entre la «carne» y el «espíritu» está in cluida también la contraposición entre la vida y la muerte. Este es un grave problema sobre el que se debe decir ahora que el materialismo, como sistema de pensamiento en todas sus versiones, significa la acepta ción de la muerte como final definitivo de la existencia humana. Todo lo que es material es corruptible y, por tanto, el cuerpo humano (en cuanto «animal») es mortal. Si el hombre en su esencia es sólo «carne», la muerte es para él una frontera y un término insalvable. Entonces se entiende el que pueda decirse que la existencia humana es exclusivamente un «existir para morir»l12. 112. Dotninum et vivificantem III, 56-57.
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