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242 FELIPE F. RAMOS Así se abre el hombre al principio purificador, que es Dios. No se impone a Dios —presentándole la factura de la fidelidad a las «propias tradicio­ nes»— sino se dispone a recibirle como palabra, como mandamiento, como revelación, como don. De todas formas, lo que se afirma directamen­ te es la prioridad de la palabra de Dios, de la Escritura, sobre las tradicio­ nes de los escribas. El evangelista Mateo recogió esta mentalidad en las invectivas que lanza el Maestro contra los escribas y fariseos hipócritas, aunque en dichos ata­ ques deba verse también la actitud y las contiendas entre los dirigentes de la Iglesia primitiva y los del judaismo90. Después de la condenación del fariseísmo porque «dice y no hace», porque trabaja para la galería (Mt 23, 1-7), vienen las siete acusaciones de que son objeto, y que exponemos con la brevedad requerida: 1.a Levantarse con la exclusiva o el monopolio en lo relativo al acceso al reino de Dios. Ellos tenían la llave (Mt 23, 13s; Le 11, 52). Muchos, judíos y gentiles, querían entrar en el reino de Dios pero, al verlo encarna­ do en el puro formalismo de los escribas y fariseos, llegaban a la conclusión que no valía la pena. Ciertamente existían fraternidades fariseas que cum­ plían exactamente la ley, pero ignoraban a los de fuera y los miraban con desprecio condenatorio. Mantenían la ortodoxia de la forma y caían en la herejía del espíritu. Es una característica esencial del fariseísmo. 2.a Tenían celo para conseguir prosélitos o adeptos a su causa (Mt 23, 15). Un proselitismo que estaba animado por tres principios: se fijaban en la forma o en el culto, no en la nueva vida; lo dirigían hombres convenci­ dos de su propia justicia y que, por lo mismo, se convertían en norma para los demás; finalmente, la finalidad era el prestigio personal o institucional, al aumentar los miembros de la comunidad o de la institución. Muchos convertidos se hacían peores que antes de su conversión: hijo de la gehen- na por duplicado. La misión cristiana con su claridad de llevar a los hom­ bres del culto a los ídolos al servicio del Dios vivo era una clara denuncia de aquellos proselitistas. 3.a Los juramentos falsos (Mt 23, 16-22). El texto nos hace pensar que, en aquella sociedad, se recurría fácilmente al juramento. Como consecuen­ cia había que acudir frecuentemente a la dispensa del mismo. ¿Cómo ha­ cerlo? Nuestro texto nos presenta a los escribas y fariseos como hábiles leguleyos que dispensaban de los juramentos recurriendo al principio de lo más valioso materialmente considerado: era más importante jurar por el 90. Interpreter's Bible. Comentario al evangelio de Mateo, p. 528.

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