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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 239 miento se lo proporciona únicamente la palabra de Dios. Son las dos úni cas alternativas posibles: adherirse a la «enseñanza humana»; —con lo cual se auto-afianzaría en su mentira, y entonces se impurificaría, porque de su corazón malo no puede surgir el bien— o abrirse a la palabra de Dios, a la Tradición, que es la única liberadora. En nuestra actitud ante ambas alternativas optamos muchas veces, aun que sea inconscientemente, por la «doctrina humana». Y esta «tradición de los mayores o antepasados» que, a lo sumo, habría que calificar de «tradicional» la vemos y la presentamos como palabra de Dios. ¡Es un sacrilegio! Actuamos como el juez que primero dicta sentencia y después examina la causa87. Nos conducimos frecuentemente por prejuicios que consideramos luego como pertenecientes al campo de la fe y como esencia les dentro del misterio de la Iglesia. Dicha clase de prejuicios y de princi pios indiscutibles constituyen un grave y lamentable pecado. La gravedad del pecado consiste en no haber entendido la predicación de Jesús y seguir manteniendo la fe de Israel. ¿Puede hablarse de un nuevo pueblo de Dios si se mantiene la fe condicionada del antiguo? El Dios del AT dio los mandamientos y prescripciones «rituales». Estas se hallan, por tanto, vinculadas a él, nacen de su propio ser. Si se suprimen —como ocurrió en el caso de Jesús— la imagen de Dios no puede seguir siendo la misma: ya no es un Dios que dicta leyes rituales. Si cambia la imagen de Dios, debe variar también la concepción de la fe. Efectivamente, la fe cristiana es una realidad nueva y difícil de comprender. La comunidad cristiana primitiva tardó en «adaptarse» a dicha fe; los judeo-cristianos seguían creyendo que el contacto con los paganos «les impurificaba» y que esta «impurificación» se transmitía por contagio. En el fondo, así estaba mandado en el AT. De esta manera seguía la colisión de las tradiciones humanas con la divina. IV. P ronunciam ientos de J esús Es cierto que hay pasajes en el AT en los que prevalecen claramente las exigencias éticas sobre las rituales. Jesús lo reconoce así al citar la Escritu ra. Sin embargo él no se apoya en ella. Sus oyentes la hubiesen interpretado desde los prejuicios que la «enseñanza humana» la había rodeado. La hu biesen entendido en el sentido que ellos querían. La comunidad cristiana, en suma, no hubiese entendido la intención de la enseñanza de Jesús. 87. Interpreter’s Bible. Comentario al evangelio de Marcos, in loco.
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