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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 235 La gravedad de la cuestión estaba en que aquellas tradiciones bloqueaban el mandamiento de Dios y su palabra. El texto de Marcos las descalifica por razón de su origen —proceden de los hombres— y, por tres veces, pone de relieve su absoluta incompatibilidad con la verdadera voluntad de Dios (Me 7, 8. 9. 13). Los profetas y la Torá contradicen la parádosis y, además, la desenmascaran como su posterior e ilegítima tergiversación. Con ello se cumple la decadencia de Israel en el tiempo último. En su texto paralelo destaca la contrapregunta: Jesús les respondió: ¿ Y cómo es que vosotros desobedecéis el mandato de Dios para seguir vuestra tradición? (Mt 15, 3). Lo importante es el cumplimiento de los mandamientos de Dios; las tradiciones fariseas sólo ofrecen rodeos para eludirlos84. Ante esta situación, el planteamiento es el siguiente: la última palabra que el hombre tiene que decir sobre sí mismo, sobre toda la dimensión de su ser, ¿se halla en el interior del hombre? ¿También el potencial religioso, que debe exteriorizarse en pensamientos, palabras y obras, surge de su interior? En este caso, «lo que sale del hombre» (Me 7, 15) sería su princi­ pio de salvación y de su plena realización. El texto bíblico, sin embargo, no considera esta posibilidad. La descar­ ta: «lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre». Por tanto, la verdadera alternativa es que el hombre es impuro, que vive en la mentira y que el principio de sabiduría y de plena realización no se halla en sí mismo. A lo largo de la historia de la Iglesia, y hasta nuestros días, la historia se ha repetido incesantemente. Los escribas y algunos fariseos han entendi­ do como palabra de Dios lo que eran simples tradiciones humanas. Identi­ ficaron la doctrina de los Apóstoles, la didajé ton Apostólon (Hch 2, 42), con el Magisterio de la Iglesia. Y eso no es exacto. El magisterio de la Iglesia puede pronunciarse coyunturalmente sobre temas múltiples, simple­ mente relacionados con las verdades descubiertas por la razón humana. Puede pronunciarse en un sentido determinado sobre temas revisables, sobre cuestiones abiertas a ulteriores conocimientos e investigación. En definitiva, sus pronunciamientos doctrinales no son más que orientativos, más o menos respetables, en la medida de la fuerza que tienen los argu­ mentos que los avalan. ¿Qué decir, por ejemplo, de la «inconveniencia» de la educación mixta, de la exclusión del sacerdocio femenino, del poligenis- mos, de cuestiones sobre los autores de determinados libros bíblicos...? 84. EWNT III, col. 50.

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