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226 FELIPE F. RAMOS en Dios antes del tiempo (Jn 1, ls). Este lenguaje nos obliga a representar a Dios abriéndose al exterior. Por su misma naturaleza, la palabra supone unos destinatarios, unos oyentes, unos interlocutores. En el prólogo del evangelio de Juan se nos dice que nuestro Dios es lo que es hablando y actuando: es amor. Pero su amor no es perfecto hasta que no engendra hijos a su imagen y semejanza, que se amen mutuamente. El amor de Dios alcanza su perfección en el amor mutuo73. La súplica que Jesús dirige al Padre en la oración sacerdotal trata el mismo tema: Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado y que les amas a ellos como me amas a mí (Jn 17, 23). ¿Qué significa «llegar a la unión perfecta» o «ser consumados en la unidad» o que los discípulos alcancen la perfec ción? El amor llega a la perfección en los discípulos cuando éstos llegan a la perfección en el amor. Es la imitación de Cristo (Jn 13, 1). Jesús, que es la encarnación del amor de Dios, demostró su amor por los suyos entregan do su vida por ellos. En este acto último de su entrega, su amor se hizo perfecto; su amor llegó a la plenitud. El autor de la primera de Juan incul ca la imitación de Cristo, en esta dimensión esencial de su vida y de su misión, con estas palabras: En eso hemos conocido la caridad, en que él dio su vida por nosotros; y nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros her manos (1 Jn 3, 16). ¿Cómo debe entenderse que su amor ha llegado en nosotros a su per fección? La frase tiene dos posibilidades: Su caridad o su amor puede entenderse o bien del amor de Dios, del que nosotros le tenemos, en cuyo caso Dios sería «el objeto» de nuestro amor, o bien del amor de Dios, del que él nos tiene, en cuyo caso Dios es el sujeto amante. Y éste y no otro es el sentido en la primera carta de Juan por razón del contexto. Recorde mos que nos encontramos en una sección, dentro de la carta, en la que el tema principal es que el amor procede de Dios y que aquel que ama ha nacido de Dios. La perfección del amor de Dios en nosotros es la fase última de un largo y verdadero proceso: el amor que existe desde siempre en Dios no es egoísta, no se halla centrado en sí ni vuelto hacia sí, sino abierto al mundo, y en particular, al hombre; este amor de Dios adquirió un rostro humano al encarnarse en Jesús; alcanza su finalidad en el amor mutuo. Dios se complace en que los hombres se amen. Es la única forma de manifestar su realidad entre los hombres, rompiendo la exclusiva y el mo nopolio del príncipe de este mundo, cuyo rastro esencial y característico 73. K. W e n g s t , o . c ., i b i d A. N. WlLDER - P. W. H o o n , o. c., 282.
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