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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 223 la afirmación sobre la invisibilidad de Dios? Hay buenas razones que lo justifican. 5.1. Crítica de un amor abstracto El punto de partida para contestar la cuestión planteada al final del párrafo anterior lo tenemos en el frente que siempre tiene delante el autor de nuestra carta, los adversarios gnósticos. Estos tenían la pretensión de vivir en el mundo de Dios, de amar directamente a Dios y de hacer compa­ tible este amor con la indiferencia más absoluta e incluso con el odio hacia sus prójimos. El autor de la primera de Juan afirma que dichas pretensio­ nes son vanas porque «a Dios nadie le vio jamás». Tan grave era la situa­ ción creada en la comunidad que el autor de la primera carta de Juan cree conveniente explicitar más su pensamiento: Si alguno dijere, amo a Dios, pero aborrece a su hermano, miente. Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve (1 Jn 4, 20). Ya anteriormente se había dirigido contra los adversarios de la verdad, desenmascarando sus vanas pretensiones: Todo el que permanece en él no peca; y todo el que peca no le ha visto ni le ha conocido (Jn 1, 18). El pecado es el mejor argumento de que, quien lo comete, no le ha visto ni le ha conocido. El tema de la invisibilidad de Dios lo tenemos también en el evangelio de Juan (Jn 1, 18; 5, 37; 6, 46). El cristianismo es la religión de la palabra, no de la visión. La unión con Dios se logra mediante la audición creyente de la palabra, no mediante la visión extática de su ser. En las afirmaciones evangélicas es clara la contraposición entre el amor y la visión. Podemos permanecer en unión con Dios mediante el amor, no mediante la visión. Las mismas pretensiones gnósticas se hallan encarnadas en los pseudo-profetas que el autor de la primera de Juan desenmascara: Queridos míos, no os fiéis de cualquiera. Sometedle a prueba para ver si viene de Dios, porque han salido al mundo muchos fa lsos profetas (1 Jn 4, 1). Es evidente que estas afirmaciones son válidas y aplicables a los pseudoprofetas de todos los tiempos. El único que ha visto a Dios es Jesús (Jn 1, 18). La expresión «estar en el seno de alguien» es una imagen que designa la máxima intimidad imagi­ nable entre los hombres. Estar en el seno de otro significa la visión y el contacto directos, la máxima intimidad, la participación de toda la vida del otro. Por eso Jesús puede hablarnos de Dios. El es el único intérprete adecuado; el hermeneuta por excelencia de Dios. El es el único que le ha visto; ha salido de él para llegar hasta nosotros. La única visión posible de Dios es la que él nos ha ofrecido en su Hijo. Vemos al Padre en el Hijo

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