PS_NyG_1990v037n002p0167_0273

DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 171 interna, el que nos llamó es Dios, el Padre, «al que la primera de Pedro atribuye nuestra vocación a la fe» (1 Pe 1, 15; 2, 9. 21; 3, 9; 5, 10)6. La llamada de Dios pone de relieve la verdadera naturaleza de su ser. Dios nos ha llamado. Dios no es un ser lejano y ajeno a la existencia humana; no vive en su auto-contemplación extática. Es una realidad cerca­ na, un poder personal «agresivo»7; es un ser que, por su misma naturaleza, está llamando y buscando siempre al hombre. Jesús es el llamante , pero, a su vez, es el llamado , el Llamado, el Elegido: Este es mi Hijo amado, mi Elegido (Mt 3, 17; 17, 5 y par.). Lo cual significa que toda otra elección, toda otra vocación, lo es en la medida en que participa de esta elección y vocación: somos llamados, elegidos, en el Hijo y gracias a él. Esta llamada- vocación es llamada a la fe y a la obediencia o a la obediencia de la fe. Y no sólo no quita la responsabilidad, sino que la posibilita, la aumenta y la justifica8. Conocemos al que nos llamó, a Dios Padre, gracias al poder divino. Conociendo a Cristo conocemos al Padre (Jn 14, 9-11; 12, 44. 49s). El conocimiento histórico de Cristo nos da la seguridad requerida, al clavar las raíces del mismo en nuestra historia: el poder divino aterrizó en nuestra historia. Pero este conocimiento sería insuficiente si se quedase en el plano de la historia. El conocimiento del que nos llamó es un conocimiento salva­ dor, transformante de toda la vida, dador de la vida auténtica al hacernos participar en ella. El conocimiento de Cristo, del que nos habla nuestro texto, es más personal que proposicional, más salvador que informador, más interior que exterior. Afecta al hombre en su totalidad; no se queda en la parcela de la inteligencia, por noble y rica que ella sea. Es el conoci­ miento amoroso, tan específicamente bíblico. Es un conocimiento envol­ vente: no conoce las cosas desde fuera de ella, sino que hace que el que conoce se vea envuelto en ellas. No es el conocimiento impersonal de las cosas neutras, sino el conocimiento íntimo de las cosas queridas. La llamada-vocación divina ha tenido lugar por medio de su gloria y poder. Para comprender todo el alcance de estas dos palabras es necesario recurrir al AT. La gloria de Dios — kabod en hebreo y doxa en griego— es Dios mismo en cuanto se manifiesta. De ahí que Jesús, el Hijo, sea la 6. P. D e AMBROGGI, Le Epistole Cattoliche di Giacomo, Vietro, Giovanni e Giuda , Roma, 1949, 170. 7. A. E. B a r n e tt - E. G. H om righ au sen , o . c ., 172. 8. R. P. M é DEBIELLE, Seconde Epitre de S. Pierre, La Sainte Bible XII, 485: «L ’efficacité de l’oeuvre divine est, toutefois, conditioné par notre coopération. Il faut, tout d’abord, qu’il y ait en nous un effort de conversion pour nous soustraire â la concupiscence mondaine et â la corruption morale qu’elle produit».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz