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208 FELIPE F. RAMOS alteridad fueron suscitadas por la vida, por la presencia de gentes, dentro de la comunidad, que se escudaban en el amor de Dios y en su comunión con él para eludir la obligación grave de ayudar al prójimo. Las circunstan­ cias culturales hacían compatible la más alta «espiritualidad» con el despre­ cio del prójimo, tanto a nivel de comunidad cristiana como de los enemigos de la misma53. Circunstancias culturales de entonces que, con cambios más o menos importantes, son las de siempre, en cuanto que significan una excusa para eludir el servicio debido al prójimo. El calificativo de «nuevo» le conviene al mandamiento del amor por varias razones: en primer lugar porque Jesús lo llamó así (Jn 13, 34s). Por razón del contenido es sólo relativamente nuevo. Ya en el libro del Levítico se habla del amor al próximo (Lev 19, 18). En consecuencia, el manda­ miento de Jesús no es totalmente nuevo ni del todo sorprendente en el mundo de la Biblia54. Tampoco es nuevo en el judaismo rabínico. Aunque el judaismo cre­ yente no era partidario de poner de relieve la preeminencia de unas partes de la Biblia sobre otras, sí pueden aducirse ejemplos del esfuerzo por descubrir el centro de gravedad del mensaje bíblico en sentencias cortas. En relación con el tema del amor mencionamos una serie de ellas. Al R. Hillel le preguntó un pagano si podía sintetizarle toda la doctrina de Dios en el tiempo que puede aguantarse uno apoyado sobre un solo pie. El contestó: «Lo que no te gusta a ti, no se lo hagas a tu prójimo. Esto es toda la ley. El resto es interpretación. Ahora vete y aprende». El R. Akiwa enseñaba a sus discípulos: «Ama a tu prójimo como a ti mismo. Esta es la regla más universal de la Torá». Y su colega R. ben Azza afirmaba que este principio está subordinado al pensamiento del hombre imagen de Dios». Todo el Talmud es un comentario único al amor al prójimo; no tiene otra finalidad que la realización de este amor al prójimo, incluso en ocasio­ nes tan prosaicas como la protección de los mercenarios, indemnizaciones 53. Era la consecuencia lógica de la gnosis o de las corrientes gnósticas, según las cuales lo que está unido al «mundo de arriba» se considera libre, sin compromiso alguno, frente al «mundo de abajo»; puede interesarse por él en la medida en que le conviene; nada, ni la conducta más condenable en relación con el prójimo, le podía manchar, sencillamente porque él pertenecía al «mundo de arriba». Era un angelismo incomprensible, que después se repeti­ ría muchas veces a lo largo de la historia de la Iglesia. 54. K. WENGST, Der erste, zweite und dritte Brieg des Johannes, Würzburg 1977, 76; R. SCHNACKENGURG, Die Johannesbriefe , en Herder Theologischer Kommetar zun Neuen Testa­ ment, Freiburg 1961, 111; R. E. Brown, The Epistles o/John, Anchor Bible 1982, 283-288.

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