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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 205 recta. Toda pretensión en este sentido debe estar respaldada por la reali­ dad concreta de la vida. Por otra parte, la realidad del pecado, de la culpa­ bilidad universal, se halla afirmada en la misma acción de Dios que envió a su Hijo para superarla. No aceptarla equivale a llamar mentiroso a Dios: habla del perdón de los pecados y envía su Hijo al mundo con esta finali­ dad, destruir el pecado, cuando, al menos en la concepción gnóstica, no existe el pecado. 2.° También es pura ilusión la pretensión de conocer a Dios y no guar­ dar sus mandamientos (1 Jn 2, 3-6). El conocimiento de Dios no es una bella teoría separable de la conducta concreta. Y ello porque se trata del conocimiento de Dios en Cristo. Esto nos lleva necesariamente al terreno de la conducta moral. El auténtico conocimiento de Dios, al estilo bíblico, es un conocimiento amoroso, inseparable del cumplimiento de su volun­ tad. El cristiano se define por la permanencia, por la unión permanente con él (Jn 15, 1-8), no por el entusiasmo momentáneo y fugaz47. Falsificación del amor Con buena voluntad, al menos en aquella ocasión, un escriba preguntó a Jesús cuál era el primero de todos los mandamientos. En un mundo en el que los mandamientos se habían multiplicado hasta alcanzar la respeta­ ble cifra de 613 o tantos como son los huesos del cuerpo humano, como preferían responder algunos rabinos, la pregunta está más que justificada. En su respuesta, Jesús se pronunció con toda claridad sobre cuál es el primero. Y añadió algo que no le había sido preguntado: El segundo es éste: Amarás al prójimo como a ti mismo (Me 12, 28-31). Mateo redondea la cuestión diciendo: En estos dos mandamiento se sintetiza toda la ley y los porfetas (Mt 22, 40)48. Jesús llevó a cabo un reduccionismo inimaginable en aquella época. Probablemente en cualquier época. Si la vida se humaniza desde el amor, y sólo desde él, Jesús es el humanista por excelencia. El es el gran conoce­ dor del corazón humano, al que impuso el único mandamiento posible y agradable: el amor. Paralelamente a la respuesta sinóptica de Jesús, la joánica se encuentra en la misma dirección: Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros. El que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él (1 Jn 3, 23s)49. El texto 47. J. B. B a u e r, o . c ., 404; H. F rIes, o . c .} 133. 48. TWNT I, 44-47. 49. R. BULTMANN, Die drei ]ohannesbriefe , Góttingen 1969. Comentario in loco.

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