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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 199 casi como un elevado ejercicio de la mente, y en la del modernismo, que la valora como un fruto espontáneo de la voluntad44. IV. L a fe como « d ecisión » La mejor presentación de la temática a tratar en este apartado nos la puede ofrecer un texto de Pablo: Porque si proclamas con tu boca que Jesús es Señor y crees con tu corazón que Dios le ha resucitado de entre los muer tos, te salvarás. En efecto, creyendo con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios y proclamando con la boca se alcanza la salvación (Rom 10, 9s). Desde este texto fundamental nos atreveríamos a definir la fe como la sumisión al único camino de salvación abierto por Dios en Cristo para el hombre . Hablar de «sumisión» en nuestro mundo tan marcado por la inde pendencia y la autonomía es, al menos, arriesgado. ¿Cómo debe entenderse dicha «sumisión»? Para poder ser aceptada tiene que tratarse de una sumi sión humana. Por consiguiente, debe suponerse la decisión libre del hom bre. La decisión personal es algo irrenunciable para el hombre; ella es constitutiva de la vida, de la existencia auténtica. Hoy estamos particular mente sensibilizados en este punto. No consentimos que nadie decida por nosotros. Debemos decidir nosotros para poder hablar de una realización plenamente humana. De este modo la fe queda plenamente humanizada. Se aleja definitivamente de una fe heredada del pasado; de un fideísmo que ha quitado todo apoya racional a la fe y de un racionalismo que la explicaba únicamente desde la comprobación de la mente humana. Ambos excesos son los que han influido perniciosamente en el tratamiento de la fe. Al ser «decisión» situamos a la fe en el terreno de la respuesta. ¿En qué sentido la fe es respuesta? En el sentido que el hombre es un ser con capacidad de decisión: puede abrir la puerta o dejarla cerrada ante la lla mada de Dios; puede decir sí o no; Dios no le impone la respuesta, simple mente se la exige; el hombre debe optar, en su decisión, por una u otra postura ante la llamada. El problema es saber si la decisión resuelve o no el misterio de la exis tencia. La experiencia nos dice que no lo resuelve. Contando únicamente con las posibilidades humanas, llega el momento en que el hombre se en cuentra ante situaciones límite donde la existencia se estrella indefectible mente. Como hombres creyentes aceptamos el principio de la decisión, ante ese único camino de salvación abierto por Dios en Cristo para el hombre. 44. TWNT VI, 224-226; EWNT III, col. 227.
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