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196 FELIPE F. RAMOS momento de la confianza). Acentuamos los dos aspectos o los dos momen­ tos: el del entendimiento y el de la voluntad como expresión de toda la compleja realidad del ser humano. En modo alguno pretendemos acentuar las especulaciones del entendimiento sobre el hecho salvífico, imaginándo­ lo «ad modum recipientis» ni el voluntarismo que lo quiera fragmentar a la medida de cada uno41. La fe define el ser mismo del creyente. Por eso, tener fe, estar en la fe, estar en el Señor, vivir en la gracia, aceptar el evangelio, son expresiones sinónimas. Ser creyente es lo más opuesto a la pasividad; es estar en alerta constante; es la actitud determinante de la vida contra todos los ataques contrarios. Ser creyente es vivir en referencia constante al acto salvífico de Dios. De ahí que se pueda hablar de «lo que falta a la fe, de sus deficien­ cias, de su crecimiento, de su plenitud, de su debilidad e incluso de su pérdida». La fe se realiza en la conducta individual, ya que la relación de la fe con Dios es siempre la de cada individuo, la de cada vida concreta. Por eso san Pablo habla de la «obra de la fe» (1 tes 1, 3), porque la fe debe actualizarse en cada vida, lo mismo que habla de la fe que actúa por la caridad (Gal 5, 6). 3.3. Vinculación de la fe con Jesús La fe designa el encuentro del hombre con Cristo. Dicho encuentro se puede formular de muchas maneras: «creer en Jesús» (Jn 12, 11); «creer en Cristo Jesús» (Gal 3, 16); «creer en el Hijo (de Dios)» (Jn 3, 36); «creer en él» (Jn 3, 16. 18); «creer en su nombre» (Jn 1, 12); «creer en el que había de venir» (Hch 19, 4); «creer en el Señor» (Hch 18, 8)42... Todas estas formas de expresar la adhesión a Jesús mediante la fe vie­ nen a confirmar lo dicho más arriba sobre la fe que no es un dato o una experiencia únicamente postpascuales. La unión o adhesión a Jesús signi­ fica seguridad, solidez, confianza total, porque él es el Amen, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios (Apoc 3, 14). Y utilizaríamos la fórmula tan popularizada: sé muy bien de quién me he fiado y estoy convencido que tiene poder para guardar hasta aquel dia lo que me confió (2 Tim 1, 12). La fe tiene como finalidad introducir al hombre en el acontecimiento salvífico. La renuncia a esta consideración constituye una de las más graves tergiversaciones de la fe. La fe es la inserción misma en el misterio de la 41. J. B. B aü ER, Diccionario de Teología Bíblica , Barcelona 1966, 403-404; H. FRIES, Conceptos Fundamentales de la Teología II, Madrid 1966, 134. 42. TWNTVI, 210.

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