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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 169 sión solitaria en el NT, significó, sobre todo, un gran esfuerzo y no menor valentía para traducir la realidad cristiana a categorías griegas. El autor de la misma se preguntó: ¿Cómo es posible que al hombre le haya sido conce­ dido todo lo relativo a la vida y a la piedad ? Para responder esta pregunta, nuestro autor recurre al pensamiento griego: esto ha sido posible, afirma, porque al hombre le ha sido concedido participar en la naturaleza divina. Por tanto, dicha participación es efecto del poder divino\ él es el medio para lograr dicha participación; fuera de él no existe esta posibilidad para el hombre. El poder divino, pensado o imaginado como sustancia indivi­ dual, como poder personal o personalizado, como fuerza creadora (así presenta el evangelista Lucas el poder divino en el relato de la Anuncia­ ción)... el poder divino así entendido es difusivo de sí mismo, se expande, comunica lo que él es, sustancia divina y, consiguientemente, proporciona, concede gratuitamente la participación en la naturaleza divina2. La segunda de Pedro no considera a Cristo, al poder divino , como un modelo que viene del exterior. Es un poder interior3. Es una fuerza crea­ dora y un poder personal tranformante de la vida (Gal 2, 20). El apóstol Pablo experimentó intensamente, y no sólo él, por supuesto, una participa­ ción profunda e íntima y una comunión vital con Cristo. Estas son las más valiosas y sublimes promesas que nos han sido conce­ didas por el poder divino. Aunque dichas promesas valiosas y sublimes se identifican con la «vida y la conducta recta, con la participación en la naturaleza divina» parece que deba existir en ellas algún matiz especial para mencionarlas explícitamente. ¿A qué se refiere? El punto de partida para la interpretación es otro texto, también de la segunda de Pedro, que habla de unos cielos nuevos y de una tierra nueva: Nosotros, sin embargo, esperamos, según la promesa de Dios, «unos cielos nuevos y una tierra nue­ va» que sean lugar de salvación (2 Pe 2, 13). La imagen de los cielos nuevos y la nueva tierra es utilizada por la apocalíptica para describir la nueva creación, la última y definitiva inter­ vención de Dios en la historia. Dicha metáfora había sido ya traducida al lenguaje directo, que habla del hombre nuevo (Jn 3, 3. 5); del hombre que ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5, 24); del que, por la fe, se hace 2. Theologischer Wörterbuch zum Neuen Testament II, 310. En adelante lo citaremos como TWNT. 3. A . E. BARNETT - E. G. H omrighausen , First and Second Epistles of Veter, The Inter­ preter's Bible XII , Nashville 1970, 174.

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