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194 FELIPE F. RAMOS Cristo. El es el único que tiene capacidad salvífica. Ninguna obra de la ley, por importante que sea —ni el sacrificio del propio hijo, como en el caso de Abrahán— tiene valor alguno salvador. Para el apóstol Pablo, la afirmación de la exclusividad salvífica de Cris­ to lleva consigo la posibilidad de la vida común de los justificados, por ser miembros de la misma familia. La vida del cristiano está libre de la ley —la ley, en cualquiera de sus formas y obras—, que no puede elevarse a catego­ ría de norma de la vida de los creyentes. Sin embargo, el cristianismo no ha quedado libre del hermano, observe o no la ley. En la vida dentro de la comunidad cristiana, desde el centro invariable del evangelio, deben man­ tenerse las diferencias que surgen necesariamente en la praxis. Esta praxis puede ajustarse a una ley o a otra. Lo contrario sería ir en contra de la «verdad del evangelio», anular la muerte de Cristo y su gracia (Gal 2, 21)39. III. L a fe « d esen r aizad a » El desenraizamiento de la fe o su desvinculación de la conducta humana ha sido un problema muy generalizado. El documento de fe cristiana donde mejor se expone el tema es la primera carta de Juan. Un escrito eminente­ mente polémico. Siempre tiene delante unos «adversarios» cuyas tesis reba­ te, porque se oponían a la verdadera confesión de la fe. Su error consistía en romper o dividir la persona de Cristo. Lo verdaderamente importante para ellos era el Cristo celeste. Pero este Cristo celeste muy poco o nada tenía que ver con Jesús. En todo caso, Jesús habría sido el médium a través del cual el Cristo celeste comunicó su mensaje; había descendido sobre Jesús en su bautismo y le había abandonado antes de la pasión o durante ella; por tanto no podía hablarse ni de encarnación verdadera ni de verda­ dera muerte del Hijo de Dios. Según esto, el hombre Jesús carecía de im­ portancia; era completamente irrelevante; lo únicamente importante era el mensaje del Cristo celeste, que se sirvió de Jesús para su epifanía sobre la tierra. Fue el primero y más grave desenraizamiento de la fe cristiana. 3.1. ¿ Una fe únicamente postpascual? ¿Puede afirmarse que la importancia decisiva de la fe se halla justificada desde la predicación de Jesús? ¿No será el descubrimiento de la comuni­ dad postpascual, sin justificación suficiente en la vida y en la predicación 39. I b id 154.

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