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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 183 al hombre— y pretende invertir los valores, cayendo en una valoración y afianzamiento excesivos del hombre en sí mismo, en su autosuficiencia inconsciente. Dios no puede soportar junto a sí a aquel que se le presenta con pretendidos derechos o con suficiencia de obras exigitivas del premio. Un ser así es como el agua tibia que nos incita al vómito o simplemente la echamos fuera de la boca. II. La f e « c o m p l e t a d a » La escandalosa frase paulina: Pues sostenemos que el hombre es justifica do por la fe sin las obras de la ley (Rom 3, 28), no puede ser entendida fuera de su contexto. Y el contexto en el que Pablo la formula era el siguiente: la fe aceptada como respuesta del hombre a lo hecho por Dios en Cristo para la salvación, debía ser «completada» mediante el cumpli miento de todas las exigencias fundamentales que imponía la ley judía. Esta era la creencia de los judaizantes , que no se habían desprendido de la mentalidad judio-farisea. 2.1. La ley como suplemento a la obra salvífica de Dios Pablo no podía aceptar la postura mencionada. Por eso se manifiesta abiertamente en contra de ella, afirmando que la obra salvadora de Cristo es completa en sí misma. El hombre debe aceptarla en la fe. Las obras o exigencias que esto impone en modo alguno deben ser consideradas como «complemento» de la fe, sino como «fruto» de la misma. Pensar que Pablo pretendía, con la célebre frase negar las obras exigidas al hombre es desco nocer por completo al Apóstol. Nadie se complicó tanto la vida como él; nadie fue más exigente consigo mismo; nadie dejó más claros los imperati vos ineludibles que la fe impone al hombre. Para el apóstol Pablo la fe tiene su fundamento en el anuncio o predi cación de la acción de Dios. Este hecho exige al hombre unas actitudes que quiebran su autosuficiencia y orgullo: — la aceptación obediente de que su salvación le viene de fuera de sí mismo; — el autoabandono a la gracia y al regalo que Dios le hace; — la convicción de que la vida verdadera nos llega por el camino de la fe, como había sido anunciado ya en el AT (Rom 1, 16s); — la adhesión inquebrantable a la palabra de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos (Rom 4, 5. 24);
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