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DESFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 179 Jesús hizo compatible la fe con el sufrimiento. El ensayó un procedi­ miento distinto al utilizado por el Bautista: en lugar de la figura del ermita­ ño aislado y austero, él actuaba con la absoluta normalidad del ciudadano corriente. ¿Cuál fue el resultado? Ambos fracasaron estruendosamente. ¿Por qué? Porque la incompatibilidad, a la que hicimos referencia, no es cuestión de forma sino de fondo y de contenido. Lo insensato, por nuestra parte, es creer que, mediante el silencio y otras componendas, el mundo nos va a recibir tendiendo hacia nosotros su mano amiga. Eso sería lo más grave que pudiera ocurrimos, porque indicaría claramente que hemos deja­ do de pertenecer al mundo divino y que pertenecemos al mundo, sin más. Así aconteció al Maestro, y «no ha de ser el discípulo más que el maestro, ni el siervo más que su señor» (Mt 10, 24s). Sin que haya medio de librarse de tales consecuencias, aunque se adopten actitudes diversas: Porque vino ]uan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Tiene demonio». Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «He aquí un hombre glotón y bebedor de vino» (Mt 11, 18s). El Bautista no entraba en los bares; Jesús sí. ¿Resultado? El mismo en ambos casos. Y esta realidad no fue vivida sólo por Jesús y por el Bautista. Es la misma realidad que él predijo para sus seguidores. Bastaría leer el discurso de misión: envía a los discípulos como ovejas en medio de lobos, los entrega­ rán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, serán llevados ante los gobernantes, serán odiados por la propia familia (Mt 10, 16ss y par. de Le 10, lss). 1.3. La fe que «siente aplazada» su recompensa Después de la consideración de la fe «decepcionada», que abandona, y la que sigue esperando en el sufrimiento, viene como realidad consoladora la certeza de su recompensa: la fe recompensada. El contrapunto a la fe que sufre es la fe recompensada; la fe que es proclamada dichosa o biena­ venturada; la fe que alcanzará la posesión de aquello en lo que cree; la fe que Dios premiará con el gozo de la suma verdad y de la suprema belleza. Al final del camino dificultoso, se halla la meta feliz. El gran estímulo en medio del dolor es la visión del Dios del consuelo, que introducirá en la participación plena de su vida a aquellos que fueron fieles a su fe. No tener claridad en este punto es tergiversar la f e 17. 17 . Ibid.

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