PS_NyG_1990v037n002p0167_0273

266 FELIPE F. RAMOS La avaricia-idolatría vincula al hombre a lo terreno de una forma abso­ luta. Se produce en la persona un vuelco esencial en la jerarquía de los valores de su vida: lo absoluto se relativiza y lo relativo se absolutiza. La absolutización de lo creado es la idolatría. Entonces se produce el desor­ den más profundo de las apetencias humanas; la entraga desmedida a los placeres sexuales135. Como consecuencia de la absolutización de lo creado, Dios los entregó (Rom 1, 24. 26. 28: la fórmula es repetida tres veces) a los deseos de su corazón, a las pasiones vergonzosas, a su réprobe sentir... Son tres formas de exponer el mismo hecho. Y Dios, como juez, entrega al hombre a los poderes de la perdición. Su ira y la auto-destrucción del hombre se impli­ can mutuamente136. La tergiversación de la verdad se convierte en azote del hombre y de la comunidad humana. La ira de Dios es una realidad invisible, pero puede observarse en sus acciones. El discurso de Esteban recoge la misma mentalidad (Hch 7, 41ss). El segundo pecado de este grupo es llamado «hechicería», farmakeia. Es una palabra rara en el NT. Fuera de este texto la encontramos única­ mente en el Apoc. 18, 23, referida a Babilonia-Roma, para expresar sus hechizos-encantamientos o maleficios para seducir y subyugar a su poder a otras potencias menores. En otra ocasión, también en el Apocalipsis, se refiere a los hombres que no entendieron la llamada de Dios a la conver­ sión y no se arrepintieron de sus delitos, sus «maleficios», su lujuria y sus robos (Apoc 9, 21). De suyo el vocablo es neutral. Dentro del griego profano dicho término y sus derivados son utilizados en el sentido de «hechicería». Dentro del uso neutral del mismo, el significado normal es el uso de drogas para lo bueno y para lo malo. La versión moderna que daría hoy Pablo sería la drogadic- ción. La droga convertida en poder seductor irresistible. Consecuencia obje­ tiva —prescindimos aquí de las responsabilidades morales individuales en las que nadie puede meterse— del abandono de Dios. El drogadicto se convierte en un idólatra. Es demasiado evidente como para que necesitemos demostrarlo. El atrapado por la droga se convierte en su siervo. Tanto en el caso anterior de la idolatría, como en este de la droga, la destrucción de la personalidad es la consecuencia de la inversión de los valores humanos. En la mentalidad bíblica esto es traducido como la entre­ ga de Dios, la entrega que Dios hace, de los hombres a estos vicios. Y es una observaciaón a la que no se puede renunciar desde el punto de vista 135. H. SCHLIER, Der B rief an die Galater , Góttingen 1969, 251. 136. O . M ic h e l, o . c., 67.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz