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112 GREGORIO SMUTKO delicada capa de tierra fértil, dejando solamente barro y rocas desnudas. Los antepasados de los indígenas de Panamá, hace 8.000 años en México, sabían aprovechar más de 250 tipos diferentes de comida de la flora, sin contar los productos de la caza y p esca18. Estos sabios hijos de Dios, han desarrollado una cultura maravillosa durante miles de años que les permi­ tió vivir muy bien de este ambiente, tan hostil a sus hermanos de Europa. Desgraciadamente, surgieron las mismas dificultades que terminaron con la primera misión en el Darién. Los antiguos enemigos de los españo­ les, los piratas ingleses, holandeses y franceses, incitaron a los indígenas contra el gobierno. Ellos se levantaron contra los españoles, dando muerte a muchos. Entonces, el Gobernador, mirando el grave riesgo de vida que presentaron tanto para los piratas como para los indígenas, ordenó a los capuchinos retirarse a Panamá. Allí los misioneros esperaron por algún tiempo, sin saber que determi­ nación tomar. Finalmente, los Padres Agustín de Granada, Esteban de Pastrana y Jerónimo de Peñacerrada pidieron al Consejo de Indias permiso para regresar al Darién, que fue concedido el 31 de agosto de 1684. Debió ser porque estos valientes voluntarios no podían continuar su apostolado con los indígenas, a pesar de todos sus esfuerzos. No sabemos todos los detalles de este último intento, pero Jerónimo de Peñacerrada fue nombra­ do vicario de Segovia en el Capítulo Provincial de 1687. Podemos presumir que los capuchinos fueron obligados de abandonar el Darién antes de esta fecha19. Los otros capuchinos continuaron su predicación en las diócesis de Panamá y Cartagena, esperando en vano el fin de la guerra. Finalmente los últimos regresaron a España en julio de 1689, cerrando así la historia de los capuchinos en Panamá en el siglo XVII. Obviamente, el hecho de que la misión no pudiera continuar y florecer, no fue debido a la falta de buena voluntad ni celo apostólico, a veces heroico, de los misioneros capuchinos de Castilla. Fue, sobre todo, el hura­ cán de la guerra que extinguió dos veces la candela de la evangelización encendida en el Darién con tanto labor y cariño por los capuchinos hace tres siglos. 18. C fr. Kent FLANNERY, Archeological Systems Theory and Early Mesoamerica, en Prehis­ toric Agriculture, Garden City 1971, 80-100. 19. C fr. B u e n a v e n t u r a d e C a r r o c e r a , o . c ., 253.

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