PS_NyG_1990v037n001p0081_0104

88 ANDRES S. ALVAREZ V alo r intrínseco Generalmente, cuando se habla del valores de los seres no humanos y otros elementos de la naturaleza, la gente tiende a pensar sólo en el valor instrumental, es decir, en los beneficios o la utilidad que algo puede pro­ porcionarnos. Así admitimos que una vaca es valiosa porque da leche, porque es fuente de energía para el trabajo del campo, o porque su carne sirve de alimento. La propiedad de ser valioso en sentido instrumental puede tomar muchas formas. Holmes Rulston identifica hasta diez clases de valores intrumentales, que van desde el económico, pasando por el estético o artístico hasta lo psicológico. El hombre tiene necesidad psicoló­ gica de vivir en estrecho contacto con la naturaleza. En ese sentido algunos interpretan la tendencia de la gente a residir en los suburbios, y la costum­ bre, cada día más frecuente de los habitantes de la ciudad, del cuidado de plantas y animales domésticos. Dubos cree que la personalidad humana está condicionada por lo estímulos que recibe de la naturaleza, mientras que Wendell Berry opina que en la separación entre el hombre y la natura­ leza, creada por la sociedad industrial, radica el origen de la alienación moderna30. Ahora bien, ¿es que la naturaleza sólo tiene sentido en su referencia al hombre? ¿No posee también valores por sí misma, independientemente de su instrumentalidad? Hay quienes niegan la existencia de valores intrín­ secos o cuando menos la posibilidad de conocer si existen o no como tales, ya que, según esta opinión, todos los valores son subjetivos y dependen del interés del evaluador. Sin embargo, esta teoría parece haber sido convin­ centemente refutada31. Taylor reconoce la existencia de valores inherentes en todos los seres vivos como algo fundamental para lograr una actitud de respeto hacia la naturaleza, que constituye, según él, la esencia de la ética ecológica. No puede existir una buena relación con la tierra si no existe respeto hacia ella. Y este respeto sólo puede basarse en el reconocimiento, por parte del hombre, de la existencia de valores inherentes en las criaturas, valores que trancienden la simple instrumentalidad. Pero se equivoca Taylor cuando cree que la idea de la superioridad de la especie humana ha penetrado la cultura occidental de tal modo que representa el mayor obstáculo al equi­ librio ecológico; y propone como solución la aceptación del principio de 30 Wendell B erry , Unsettling America, San Francisco 1977. 31. Holmes ROLSTON III, Environmental Ethics, Philadelphia 1988, 4.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz