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82 ANDRES S. ALVAREZ decía que, si bien el humanismo tiene aspectos muy positivos, la verdadera raíz de nuestras dificultades sociales y ecológicas provienen de no recono­ cer límites al poder del hombre y creer que todos esos problemas son solubles por medio de la ciencia2. Aunque en el pasado hubo hombres clarividentes que percibieron ya ciertos deberes del hombre hacia la naturaleza3, la necesidad de una ética ecológica es una preocupación relativamente reciente que surge como res­ puesta a la gravedad de la crisis ambiental, característica de las sociedades modernas. No fue sino en el año 1972 en que por primera vez se lleva a cabo una conferencia mundial sobre protección del medio ambiente auspi­ ciada por la Naciones Unidas. Y hay que esperar a finales de esa década para que aparezca en Estados Unidos la primera revista científica dedicada al estudio y desarrollo de esa nueva ética sobre el medio. 2. David E hrenfeld , The Arrogance of Humanism, New York 1978. 3. S. Francisco de Asís es reconocido universalmente como un hombre que, aunque no dejó escrito ningún código de moral ecológica, tuvo una cosmovisión de armoniosa relación entre el ser humano y todo lo que le rodea. En el siglo pasado Víctor Hugo dejó escritas estas ideas inspiradas en un viaje por los Alpes y los Pirineos: «En las relaciones de los seres humanos con los animales, las flores y otros objetos de la creación hay una ética que todavía no ha sido conocida, pero que un día saldrá a la luz y será el corolario y el complemento de la ética humana... Indudablemente es necesario en primer lugar civilizar al hombre en relación con sus semejantes. Debemos co­ menzar por este punto, y los distintos legisladores han hecho bien preocupándose primero por este aspecto. Dicha tarea se halla ya muy avanzada y está logrando diariamente progresos. Pero es también necesario civilizar a los hombres en relación con la naturaleza. En este campo todo está por hacer» (En Voyage, Alpes et Pyrénées, J. Hetsel, París 1890. Entrada del 11 de agosto de 1843, pp. 180-181). Citado por Holmes Rolston III, en Environmental Ethics. Epígrafe del libro. A principios del siglo XX un pensador español, Francisco de los Ríos, se adelantaba tam­ bién a su tiempo cuando atribuía derechos no solamente a los animales, sino a todos los seres vivos basados en sus valores intrínsecos: «La existencia de verdaderas relaciones jurídicas entre el hombre y los seres naturales es todavía hoy objeto de viva controversia. Cualquiera que sea el contenido de esta relación jurídica... la existencia de un derecho de la naturaleza y sus seres respecto del hombre resulta ya de consideración si bien no sería exacta (como ya vimos) la proposición inversa... Con todos los seres naturales desde el planeta animal, nos hallamos obligados jurídicamente, de modo que usemos de ellos para fines tan solo de razón, no ya por mero deber para nosotros mismos o para con Dios, sino para con ellos y su propio derecho». Resumen de Filosofía del Derecho. Obras Completas, vol XIII, 53-54, 118-1119 y vol. XIV, 58. Edición de homenaje en el cincuenta aniversario de su muerte. México 1965). En estados Unidos la preocupación ecológicas parece iniciarse con John Moir, fundador del «Sierra Club» en San Francisco en 1892, e inspirador de la política de parques nacionales duranta la presidencia de Teodoro Roosevelt. Pero no es sino hasta 1949 cuando Aldo Leo- pold se refiere por primera vez a la necesidad de implantar una «ética de la tierra», como medio para salvar la naturaleza de los abusos de la propiedad privada.

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