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96 ANDRES S. ALVAREZ La prudencia administrativa exige, sin embargo, un adecuado conoci­ miento de la realidad sobre la que se va actuar y la previsión sobre el alcance que la acción humana puede producir en el medio. En este aspecto no bastan las buenas intenciones. Es necesario obrar con inteligencia, te­ niendo en cuenta que en la naturaleza no se dan relaciones lineales, y que es difícil predecir con certeza las consecuencias que la invervención del hombre pueda tener a largo plazo. Muchos de los desastres ecológicos han tenido su origen en la ignorancia. El desconocimiento del tejido de relacio­ nes que constituye la naturaleza ha llevado con frecuencia a ocasionar gra­ ves trastornos imprevistos en el ambiente. Rachel Carson ha documentado en una clásica obra, escrita hace más de venticinco años, la exterminación de numerosas especies provocada por el abuso de los presticidas 57. Otra de las características de una administración responsable es la fru­ galidad, frente al impulsivo consumismo que domina a las sociedades mo­ dernas. Un consumismo que ha sido alimentado por el deseo inmoderado de incrementar las ganancias, y sobre todo por la ilusión de una vida mejor, entendida solamente en términos económicos. David Anderson sostiene que hay una contradicción entre crecimiento económico y calidad de vida y que, puesto que los bienes materiales son limitados, la creencia en un crecimiento constante o sostenido es ilusoria58. De hecho, la idea de au­ mento económico ilimitado de manera que la humanidad sea cada día más confortable y próspera es cuestionable, no solamente desde el punto de vista de la escasez de recursos, sino también del equilibrio ecológico. Si bien la naturaleza está dotada de sistemas autopurificadores, su capacidad de asimilación tiene un límite, de tal forma que llega un momento en que la contaminación destruye el frágil balance de la bioesfera. Daly sostiene la misma idea cuando aboga por una economía estacionaria o de no creci­ miento (a steady-State economy), afirmando que «la política de maximizar el PNB es equivalente a maximizar también el agotamiento de recursos y la contaminación»59. Aunque la abundacia de bienes materiales en los últimos años puede hacernos pensar lo contrario, la humanidad se avecina a una época de escasez, no solamente económica sino ecológica, como dice Orphul; una escasez que va más allá de la preocupación malthusiana por el espectro del hambre e implica también la disminución de recursos naturales y fuentes de energía, los efectos de la contaminación ambiental y los límites de 57. Rachel CARSON, Silent Spring, Boston 1987. 58. David ANDERSON, Pólice Riddle: Ecology and Economy, en Environment and Society, Ibid., 147-151. 59. Hermán E. D lay Toward a Steady-State Economy, San Francisco 1973, 25.

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