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94 ANDRES S. ALVAREZ del poder que se les había concedido, este hecho no invalida el verdadero sentido bíblico del dominio50. En el Nuevo Testamento el poder aparece también como servicio. Uno de los textos sobresalientes en este sentido es aquel en que Jesucristo con­ trapone la autoridad de los gobernantes de los pueblos, con la autoridad que deben ejercer aquellos que aceptan el Evangelio: «Los jefes de las naciones se conducen como dueños... No debe ser así entre vosotros. El que quiera ser el primero que se haga siervo de todos y esclavo de to­ dos»51. A pesar de estas enseñanzas siempre existirá el riesgo de sucumbir al abuso del poder, un riesgo cada día más amenazante y peligroso, ya que la ciencia ha puesto en las manos del hombre un arsenal científico y técnico tan poderoso que puede hacerle pensar que es el verdadero señor y último fin del universo, pretensión que, como escribe Niebuhr, «no solamente va contra Dios, fuente y centro de toda existencia, sino que ofende también a las demás creaturas, que poseen un puesto legítimo en la armonía del universo»52. Fidelidad, prudencia y frugalidad El diccionario Webster define administrador, o la correspondiente ex­ presión inglesa «steward», como una persona a la que se «ha encomendado el cuidado responable de una propiedad». Hay dos ideas claves en esta definición. En primer lugar, el administrador no es dueño, sino una perso­ na que vela por los bienes de otro, que cuida de algo que no le pertenece. Se añade además que la nota característica del administrador es la respon­ sabilidad. Ser un administrador responsable consiste en cumplir con fideli­ dad la tarea que se le ha encomendado, llevar a buen término la doble misión de «cultivar y guardar» la tierra que Dios impuso a la humanidad desde el principio, protegiéndola incluso de los abusos del hombre mismo. Por eso, la primera ley ecológica es la conservación: conservación de plan­ tas, de animales, de recursos energéticos, del medio natural. La idea de la conservación está muy lejos de ser asimilada por nuestra sociedad. Es mu­ cho más fácil convencer a la gente para que plante un árbol que respete los que ya existen. La disminución de la capa de ozono de la atmósfera por la concentración de gases como el metano, el óxido nitroso y los clorofluo- rocarbonos, la destrucción de bosques y selvas tropicales, la contaminación 50. ATTIFELD, The Ethics o f Environmental Concern, 27. 51. Mateo 20, 24-29. 52. Reinhold NlEBUHR, Beyond Tragedy, New York 1943, 102. Citado por Robert Ayers, p. 163.

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