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14 FELIPE F. RAMOS 1.°) La vocación-llamada El que llamó a los apóstoles —a los que se refiere el texto directa e inmediatamente, aunque su vocación-llamada se hace extensible a todo s- fue Jesús. El conocimiento, del que habla el texto, también se refiere al conocimiento de Cristo. Asi se manifiesta Ch. Bigg18. No obstante, él mis­ mo reconoce que, hablando en general, en el N. T. el que llama no es Cristo sino Dios; aunque aparezca la expresión «los llamados de Cristo» (Rom 1, 6). El autor de la llamada a la fe y a la esperanza es Dios (Ef 1, 18: que ilumine los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis cuál es la esperanza a la que habéis sido llamados, cuál la inmensa gloria otorgada en herencia a su pueblo...; el contexto anterior y posterior habla de Dios, no de Cristo). No sólo desde la consideración global del N. T., sino también desde el mismo texto que nos ocupa hay que afirmar que el llamante es Dios. El es el origen de la vocación-llamada. Llegamos a la salvación mediante el cono­ cimiento de aquel que nos llamó. Mirando la cuestión desde nosotros, en el comienzo del camino de la salvación está la fe, el conocimiento de Jesu­ cristo. Sin este conocimiento nadie puede llegar a la vida. Pero, mirándola desde Dios, que obra por Jesucristo, somos llamados. Sólo cuando Dios llama se nos abre el camino del conocimiento. Dios es el autor de la llama­ da y de la realidad misma a la que llama al hombre19. El poder divino nos ha concedido todo lo relativo a la vida... mediante el conocimiento del que nos llamó. La estructura de la frase establece una distinción entre el «poder divino», por un lado, y «el que nos llamó», por otro. El «poder divino» no nos lleva al conocimiento de sí mismo, sino al conocimiento de otro, de aquel que nos llamó. Desde esta lógica literaria interna, el que nos llamó es Dios, el Padre, «al que San Pedro atribuye el don de nuestra vocación a la fe» (1 Pe 1, 15; 2, 9, 21; 3, 9; 5, 10)20. La llamada de Dios pone de relieve la verdadera naturaleza de su ser. Dios nos ha llamado. Dios no es un ser lejano y ajeno a la existencia humana; no vive en su auto-contemplación extática. Es una realidad cerca­ na, un poder personal «agresivo»21, es un ser que, por su misma naturale­ za, está llamando y buscando siempre al hombre. ¿Cómo dirige sus 18. Ch. BlGG, The Epistles o f St. Peter..., 254. También Hauck lo interpreta así: «Esto fue lo decisivo cuando Jesús llamó a los apóstoles, que les comunicó algo de su poder y de su gloria (Cfr. 1 Pe 2, 9) (F. H au ck , Die Kirchenbriefe, 86). 19. A. STOEGER, Carta de San Judas. Segunda carta de San Pedro..., 68. 20. P. D e A m broggi , Le Epistole Cattoliche..., 170. 21. A. E. B arnett -E. G. H omrighausen , First and Second Epistles o f Peter, 172.

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