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CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 79 hombres para salvarlos. El agápe es el movimiento salvífico de Dios. El fin que Dios se propuso desde el principio es la obra de su amor. El agápe divino actuó ya en los días de Abrahan para hacer surgir un pueblo libre. Un pueblo que surgió, después de previos ensayos, con el envío de su Hijo y con la presencia del Espíritu. Para Pablo, la finalidad de la obra amorosa de Dios es la creación del hombre nuevo158. Pero esta finalidad del amor eterno de Dios únicamente se logrará gracias al agápe participado en el hombre. Toda la obra de Dios, la creación y la redención, establece la posibilidad y la necesidad de la acción del hombre. El amor de Dios se manifestó en la entrega de su Hijo y llega hasta nuestros corazones por medio del Espíritu: Dios, enviando a su propio Hijo en carne semejante a la del pecado, y por el pecado, condenó el pecado en la carne... Vosotros vivís no según la carne, sino según el Espíritu, si es que de verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, éste no es de Cristo (Rom 8, 3. 9). La constatación del amor de Dios le lleva al Apóstol a preguntar, en forma retórica, quién o qué será capaz de separarnos del amor de Dios (Rom 8,31-39). Pablo habla frecuentemente del amor de los cristianos. Su forma de hacerlo puede llevarnos a pensar que la caridad es una virtud entre otras. De ahí la necesidad de acentuar aquellos pasajes en los que el agápe apare­ ce como lo verdaderamente decisivo: Pues en Cristo Jesús no vale ni la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe actuada por la caridad (Gal 5, 6; Fil 1, 9s). El desarrollo más sistemático nos lo ofrece en el himno a la caridad (1 Cor 13). Para él las caridad no entra dentro de la categoría de las «obras». Es fruto del Espíritu (Gal 5, 22), lo cual no excluye, antes incluye, el esfuerzo personal159. La caridad es presentada en la carta de Santiago como la garantía del premio que Dios concede a sus fieles: bienaventurado el varón que soporta la tentación porque, probado, recibirá la corona de la vida, que Dios prometió a los que le aman (Sant 1, 22). La «corona de la vida» equivale a la partici­ pación plena en su Reino: ¿No escogió Dios a los pobres según el mundo para enriquecerlos en la f e y hacerlos herederos del Reino, que tiene prometi­ do a los que le aman? (Sant 2,5). El llama al mandamiento del amor la «ley regia» de la Escritura (Sant 2, 8). 158. TWNT, I, 50. 159. EWNT, I, col. 25.

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