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CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 77 Merece singular atención la reducción de los múltiples mandamientos existentes al del amor a Dios y al prójimo (Me 12, 28-34). Las palabras «reduccionistas» de Jesús las tenemos dentro de una apotegma. Las reco­ gen también Mateo (22, 37-39) y Lucas (10, 27). Es un caso claro de triple tradición, por lo que se refiere a la autenticidad de las mismas. Preferimos el texto de Marcos porque él pone en labios del interlocutor de Jesús las palabras de éste. Es un recurso para repetirlas. Asi se quedarán más fácil­ mente grabadas en la mente de los lectores154. En el mundo joánico, el evangelio y las cartas, tanto el verbo como el sustantivo tienen una importancia excepcional. Coinciden el evangelio y las cartas en hablar del «amor mutuo»; del amor «al hermano» sólo hablan las cartas155. Este aspecto de «horizontalidad» era nacesario ponerlo de relieve por las circunstancias concretas por las que estaba pasando la co­ munidad cristiana. Por un lado, había una tendencia —influenciada por las corrientes gnósticas—que presumia de amar a Dios y, al mismo tiempo, se desentendia absolutamente del prójimo. Por otro, los mismo cristianos, sobre todo los influyentes y económicamente bien situados, ocultaban su fe para no ser discriminados. Esto significaba no echar una mano a aque­ llos hermanos que estaban siendo perseguidos a causa de su fe. Son éstas las dos circunstancias que explican la insistencia del evangelio y de las cartas en el mandamiento del amor. Esta «horizontalidad» del mandamiento del amor mutuo se fundamen­ ta en la verticalidad del amor de Dios. El pensamiento determinante del mundo joánico es el amor del Padre al Hijo. Todo su amor lo concentra en él. El Hijo es el único mediador del amor de Dios. El cuarto evangelio apenas habla del amor del Hijo al Padre (Jn 14, 31: el texto es muy signi­ ficativo porque, con él, se inicia el camino a la pasión...). En cambio, pone alma, vida y corazón en hablar del amor del Hijo a aquellos que le dio el Padre. Es él quien presencializó el amor de Dios entre los hombres. Esta es la razón por la cual se habla más del amor mútuo que del amor a Dios. Aparte de que en Dios está el origen y el fundamento, que se traducen en Cristo como trasunto y modelo155, en el amor fraterno se cierra el círculo entre el Padre, el Hijo y los suyos en una comunión que no es de este mundo. Muy probablemente, el texto más importante de todo el N. T. sea éste: Tanto amó Dios al mundo que le dio a su propio Hijo (Jn 3, 16). Este texto nos ofrece la causa última que hace posible el agápe cristiano: el que nos 154. EWNT, I, col. 23. 155. EWNT, I, col. 26-27.

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