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76 FELIPE F. RAMOS agápe cristiano es el que determina el tono de las relaciones que deben existir entre los hemanos. Asi viven, en medio del eros, todos aquellos en los que ha prendido el agápe, aquellos que no miran avariciosamente para gozar y poseer lo que ven, sino con la mirada clara y serena de quien está dispuesto a dar. La penumbra del culto sexual, sensual y transensual de los misterios —religiones de los misterios y religiones naturistas—cede ante la claridad del misterio del amor, ante los mysteria tes agápes132. El amor es el fruto último y más cuajado de la fe: Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad ( 1 Cor 13, 13; 1 Tes 1, 3; 2 Cor 6, 6; Gal 5, 22; 1 Tim 6, 11). La madurez de la fe se demuestra en la capacidad del amor. Y éste alcanzó su máximo grado de expresión en la cruz (Rom 5, 6-8). A imitación de Dios, sus hijos deben amar a todos aquellos para los que cada día el Padre celestial hace lucir el sol (Mt 5, 45). Exponemos a continuación las características más concretas del agápe, tal como aparecen en los grandes bloques y en las tendencias particulares del N. T. En la tradición sinóptica, tanto la forma verbal «amar, agapao, como la nominal «amor», agápe, sólo aparecen en labios de Jesús. La únicas excep­ ciones las tenemos en Me 10, 21, que se halla en la pluma del evangelista a propósito del joven rico al que Jesús «amó», y en Le 7, 5, en labios de la comisión enviada por el centurión a Jesús para pedirle la curación de su hijo: «merece que le hagas este favor porque “ama” a nuestro pueblo». No cabe duda que esta exclusividad de la palabra en labios de Jesús es inten­ cionada. Al hacerlo asi, los evangelistas han pretendido poner de relieve la peculiaridad del mandamiento cristiano. Tiene particular significado el mandamiento del amor a los enemigos (Mt 5, 44). El texto es importante porque pertenece a la fuente Q (Le 6, 27. 35 nos ofrece el lugar paralelo). La importancia deriva, en primer lugar, de ser una exigencia de Jesús y, en segundo lugar, de haber sido manifesta­ da en un clima de odio y de venganza: la comunidad cristiana está siendo discriminada y perseguida. En esta situación histórica, la exigencia de Je ­ sús, el amor a los enemigos, significa la renuncia al odio zelota y también la superación del amor particularista, nacionalista, reducido a los miembros del mismo pueblo... La formulación imperativa hecha en plural, «amad», hace referencia a la conducta individual y colectiva, la del creyente indivi­ dual y la de la comunidad cristiana, frente a los enemigos153. 152. TWNT, 1,55. 153. TWNT, I, 55.

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