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12 FELIPE F. RAMOS I. L a a cc ió n p r e v ia d e D ios La acción salvífica de Dios, sobre la que debe apoyarse el esfuerzo humano para su realización plena, nos es descrita en el texto mediante una serie de expresiones, más o menos enigmáticas, que necesitan alguna acla­ ración. a) E l poder divino Cristo es el poder divino o tiene el poder divino. Lo tiene porque es nuestro Dios13. El poder que interesa al hombre bíblico es el relacionado directamente con la salvación. El mejor comentario al texto presente nos lo ofrece el evangelio de Juan: Puesto que tú le diste el poder sobre todos los hombres, que él asegure la vida eterna a todos los que tú le has dado (Jn 17, 2). El poder divino, que Dios concedió o «depositó» en su Hijo, no es un poder humano en cualquier ámbito; no es un señorío terreno ni cósmico; es un poder salvífico. Cristo es el revelador del Padre, el Revelador, sin más. Y este Revelador o el poder divino encomendó a los apóstoles su propia misión reveladora; les encomendó las verdades relativas a la salva­ ción 14; les concedió ser portadores de la vida divina. Esta presentación de Cristo es la respuesta adecuada a la pregunta sobre la posibilidad de salvarse. Los mismos discípulos se la hicieorn a Jesús (Mt 19, 26). En su respuesta: Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible, Jesús afirma dos cosas: el poder salvífico se halla fuera del ámbito de las posibilidades humanas. En segundo lugar, el poder salvífico está reservado a la omnipotencia divina y proviene de ella. Los discípulos que siguieron a Jesús sabían que él era el portador de dicho poder y que, en su seguimiento, podían ser beneficiarios del mismo. Quien mejor lo formuló fue el apóstol Pablo al definir el evangelio como el poder de Dios para la salvación de todo el que cree (Rom 1, 16)15. El anuncio del evangelio como poder de Dios es la presentación del mismo como continuación de la actividad salvadora de Cristo. Por eso mismo los anunciadores del evangelio son continuadores de dicha activi­ dad. En última instancia el apostolado, al que ha sido encomendado el anuncio del evangelio, tiene su fundamento en la realidad formulada en 13. Ch. BlGG, The Epistles o f St. Peter... «Z eós em ós», 253. 14. A. E. B arnett -E. G. HOMRIGHAUSEN, First and Second Epistles o f Peter, 171. 15. TWNT, II, 309.

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