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64 FELIPE F. RAMOS otra realidad: el N. T. promociona plenamente el aspecto escatológico de la paciencia. Cuenta con la presencia de Cristo y su retorno. De ahí el aspecto de acentuación parenética de la paciencia. Esto abre el abanico hacia la horizontalidad, compartiendo con los demás la esperanza del Rei­ no. Pero, incluso en este caso, la paciencia no nos interpela como una instancia del orden ético, sino como reconocimiento y testimonio de la actitud de Dios frente al mundo y, sobre todo, frente a su pueblo. Dios confirma su paciencia en Jesucristo, en su venida, en su cruz. Sobre esa base surge la paciencia humana, que sitúa al hombre dentro de la óptica de la intervención de Dios. Y ello en una doble dirección: frente a la impaciencia de los que no descubren la presencia del Reino y frente a los cansados de esperar12í). El N. T. habla de confiar en Cristo: Yo, Juan, vuestro hermano y compa­ ñero en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesús, hallándome en la isla llamada Patmos, por la palabra de Dios y por el testimonio de Jesú s... (Apoc 1,9). Haciendo sin cesar ante nuestros Dios y Padre memoria de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestra caridad y de la perseverante esperan­ za en nuestro Señor Jesucristo (1 Tes 1 , 3; el texto griego habla de la «pa­ ciencia» de vuestra esperanza). Desde la presentación que nos hace el N. T. de la paciencia se com­ prende fácilmente que, para él, designe una actitud posible únicamente a los cristianos: E l Señor guíe vuestros corazones en la caridad de Dios y en la paciencia de Cristo (2 Tes 3, 5). La paciencia de Cristo es o bien la que él regala o bien la que considera a Cristo como «objeto» de nuestra paciencia, como el objeto de nuestra esperanza. El segundo aspecto es conocido téc­ nicamente como el «genitivo objetivo». En el mismo sentido debería enten­ derse el texto del Apocalipsis que habla de «mi paciencia»: Porque has conservado mi paciencia, yo también te guardaré en la hora de la tentación, que está para venir sobre la tierra, para probar a los moradores de ella. Vengo pronto (Apoc 3, 10). El texto del tercer evangelio: con vuestra perseverancia-ypomoné os sal­ vareis (Le 21, 19), se refiere a la permanencia de los testigos de Jesús, de los mártires, en la fe y en el testimonio que dan de Cristo. Esta permanen­ cia es la que les lleva a la victoria; conquistan la vida por medio de ella. Y Dios les protege incluso en la muerte. Ciertamente la palabra ypomoné no perteneció al vocabulario utilizado por Jesús. No la encontramos ni una sola vez dentro de los evangelios, a no ser en el texto de Lucas, al que acabamos de referirnos, y en la parábola I.?o. L. C oen en - E. B e ire u th e r - H. B ieten i iard, Dizionario, 1233 - 1235 .

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