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60 FELIPE F. RAMOS da a los sabios. El estoico demuestra la verdadera libertad en el modo de soportar de forma impasible y, sobre todo, de forma inconmovible todo aquello que se le presenta como contrario a él mismo desde fuera de sí mismo. El se mantiene victorioso y erguido frente a todo lo extraño. La ética griega alaba la permanencia, el aguante ( ypoménein, ypomoné) en los peligros, desalientos y adversidades como la característica esencial de la valentía. El hombre paciente es el hombre valiente. La valentía, an- dreia, no huye de las dificultades, sino que se mantiene inconmovible ante ellas (Aristóteles, Et. Nic. III, 10; II, 2). La paciencia —seguimos dentro del mundo greigo—es entendida como el ejercicio de la fortaleza del espíritu, como poder divino que convierte el ánimo del sabio en un animus magnus (de ahí viene el adjetivo «magnáni­ mo», que define al hombre paciente) et sacer (Séneca, ep. 41). Esta concep­ ción de la paciencia es mantenida en la ética cristiana. Santo Tomás haría de ella una parte de la fortaleza no. En los LXX y en el N. T. tiene preferentemente un sentido activo. La concepción bíblico-cristiana de la paciencia se halla suscitada por motivos diferentes. No tiene como centro de interés la naturaleza humana conside­ rada en sí misma. Tiene delante al hombre desde el punto de vista de su relación con Dios. En dicha relación no todo le sale al hombre según la medida de sus deseos. Frecuentemente se siente muy lejos de una experien­ cia imediata de la salud-salvación; la acción de Dios le resulta invisible: se siente sólo, desamparado, perseguido, probado. En esto casos, ¿Surge la paciencia, el aguante, desde la convicción de que, al final, Dios intervendrá haciendo que cambien las cosas? m. Los matices mencionados en la nota se hallan vinculados a dos palabras griegas: makrozymia e ypomoné. En cuanto a la primera, los LXX —donde aparece 34 veces— significa la tardanza a la ira y la generosidad en el perdón. Se aplica principalmente a Dios, que soporta los pecados de los 110. RGG, n, col. 1243. 111. Desde la terminología utilizada para hablar de ella tiene tres matices esenciales: 1.°) la tardanza o el aguante antes de dejarse dominar por la ira; la expresión normal es «ser lento a la ira». Este aspecto destaca en Dios, aunque también es aplicado al hombre (Prov 14, 29: Es tardo a la ira el prudente; el pronto a la ira hará muchas locuras. En el mismo libro 15, 18; 16, 32). Su tradicción griega, makrozymia y markrozymós, se refiere más frecuentemente el ahombre que a Dios. 2.°) En la precisión de su significado confluyen tres raices hebreas, cuyo significado funda­ mental es «esperar»: qwh (y los sustantivos derivados de ella miqweh y tiqwah); jh l y hkh. Los LXX las traducen por ypoménein, ypomoné. Dichas raices definen la actitud del hombre que espera en Dios, que se mantiene fiel a él en medio de las vicisitudes del mundo. 3.°) Se aplica también a determinadas formas de conducta vinculadas al vocablo «pacien­ cia». Reallexikon für Antike und Christentum, XI, 253-254.

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